sábado, 17 de abril de 2010

EL FIN DEL MUNDO (DEL JUGUETE)

Tuve un amigo cuyo sueño máximo era destruir el mundo.
Era todo lo hermoso que podía ser un hombre común.
Vestía con pantalones, camisas y comía a diario. Tenía mujer.
Le gustaba la música y la prosa de Dickens.

Tuve un amigo cuyo sueño máximo era destruir el mundo.
Cuando tomábamos café hasta el amanecer, él reía.
Gozaba imaginándose sumergido en una ciudad fantasma.
Concupiscente, describía imágenes de catástrofes naturales.
Su desnudez: sustantiva y existencial.

Tuve un amigo...

Era todo lo hermoso que podía ser un hombre sin nada.
Había ahorrado para las vacaciones del próximo año.
No tenía amantes. Le gustaba soñarse entre camas ajenas, en fin.

(Tuve un...)

Cuando consiguió un trabajo en el Mundo del juguete, pensó:
"Ya que el Mundo es indestructible, destruiré uno de sus mundos".
Terrorista, describía la ejecución de su curiosa metonimia.
Su desnudez: sustantiva y esencial.
(Tuve...)

Era todo lo oscuro que podía ser un hombre.
Había armado una bomba con explosivos caseros.
Lo ayudó su mujer. Ella imaginaba una divertida broma.
(Él tenía muy buen humor.)

(...)

En el local, cuando está por activar el dispositivo, piensa, gozoso:
"Destruir un mundo del Mundo: porque el Mundo es suma de mundos".
Desesperado, ve que la bomba no funciona.
Nada estalla.
Su tristeza: irremediable y mortal.

Lleva una pistola en su bolso, por las dudas.
"Matar un ser humano es matar un pequeño mundo, porque el Mundo...", etc.
A la salida del local. Dispara sobre la cabeza de un ejecutivo.
La sangre: cae a borbotones, sin parar.

Tuve un amigo, hermoso como lo hermoso que puede ser un hombre común.

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