viernes, 1 de marzo de 2013

DECÁLOGOS APRÓCRIFOS Y TRADICIONES REALES

 
Circula en Internet un texto que se titula Cristina Fernández de Kirchner y la Escuela de Frankfurt. Este artículo pretende desmontar tamaña locura y reflexionar sobre sus diversas temáticas. Acá el link: http://site.informadorpublico.com/?p=17136
Estamos ante un texto urdido desde el disparate: cultiva atribuciones arbitrarias, prejuicios ideológicos, confusión histórica y paranoia homofóbica. Veámoslo en profundidad.
Empecemos por la escuela de Frankurt.
El autor del texto reduce a este movimiento filosófico y cultural a un par de ateos "que rompieron con Dios" y pretenden lo mismo para toda la población. Esta pavada, sin fundamento, omite que "Dialéctica de la ilustración" (de Adorno y Horkheimer) es un libro que plantea una fuerte crítica al fascismo y a la técnica occidental. Se sostiene a partir de un conjunto de hipótesis que evidencian el lado oscuro de la Razón capitalista. Traza un arco fundamental que lleva desde el concepto de iluminismo alemán y francés hasta los campos de concentración nazis. Tamaña pavada, escrita en plena guerra mundial.
El texto revisado, que tacha de ateos a los frankfurtianos, también omite un nombre fundamental: Walter Benjamin. Uno de los nombres más importantes en el pensamiento del siglo XX, autor de libros fundamentales y gran escritor. Alemán, judío. Si bien no se lo puede reducir a la escuela de Frankurt, Benjamin emergió de este contexto y era amigo personal de Adorno. Ambos, con diferencias, pretendían refundar el marxismo y repensar la dialéctica. En el caso de Benjamin, con un desgarrador mesianismo judío, lleno de dramáticas búsquedas trascendentes (no hay ateísmo en él, como vemos). Un hombre que tuvo que exiliarse en Francia, perseguido por los nazis. Un hombre que intenta escapar de aquella Francia ocupada: cuando llega a Portbou, en la frontera hispano-francesa, para embarcar hacia Nueva York, encuentra dicha frontera cerrada. Ante la imposibilidad de poder irse, se SUICIDA. Al día siguiente, ya muerto Benjamin, la frontera se abre. Una tragedia.
La escuela de Frankfurt fue la propulsora de grandes pensadores (también mediocres, como el caso de Erich Fromm). Sí, sus fuentes provenían de Marx y Hegel, pero nunca de modo homogéneo, nunca de un modo tan reduccionista. El nombre de Kant y del idealismo alemán abre un ramillete infinito de referencias bibliográficas.
Si los funcionarios más importantes de nuestro país visitan la sede de esta escuela, la refieren con respeto y firman convenios con ella, significa que muestran una filiación política y un conocimiento del complejo entramado intelectual e histórico cultural del siglo XX.
Digo todo esto para asomarnos a la complejidad de un tiempo, de biografías dispares, de polémicas en torno a la filosofía y la política. Lo que muchos grupos llaman "marxismo cultural" no puede ser pensado así, a la bartola. No es lo mismo el marxismo del siglo XIX, Lenin, Gramsci, Mao, el Che o los posmarxistas. Gramsci, por ejemplo, es uno de los pensadores políticos más importantes del siglo XX, que jamás escribió un decálogo fomentando "la homosexualidad en los niños" (¿es serio que alguien crea en la veracidad histórica de semejante frase?). ¿Cuál es la fuente de semejante cita?
Para desmontar este mecansimo, podemos apelar al psicoanálisis y a nuestro contexto actual. Ensayo una traducción de los pensamientos hacia los cuales este decálogo apócrifo quiere inducirnos:
1) Fomentar la desintegración familiar ("CLARO, COMO HACE EL GOBIERNO CON MEDIDAS COMO EL MATRIMONIO IGUALITARIO, LA ADOPCIÓN DE PADRES PUTOS Y LESBIANAS");
2) Hacer depender a los ciudadanos del Estado o de los beneficios del Estado ("SÍ, LO HACEN LOS K CON LOS PLANES ASISTENCIALES PARA MANTENER VAGOS Y NEGROS CABEZA");
3) Mantener un sistema legal desacreditado, con prejuicios contra las víctimas del delito ("CLARO, COMO PASA ACÁ, LOS DELINCUENTES ENTRAN POR UNA PUERTA Y SALEN POR LA OTRA. EL GRAVE PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD");
4) promocionar el vaciamiento de las Iglesias ("SÍ, YA PERÓN HACÍA ESTO TAMBIÉN, PONÍA BOMBAS EN LAS IGLESIAS");
5) promover el consumo excesivo de bebidas alcoholicas ("AHÍ ESTÁN LOS VAGOS EN LAS ESQUINAS ESCABIANDO CERVEZA Y ROBANDO");
6) promover migraciones para destruir la identidad ("COMO DIJO MACRI, BUENOS AIRES ES UN COLADOR, ENTRAN PARAGUAS Y BOLITAS Y NOS SACAN EMPLEOS, USAN NUESTROS HOSPITALES Y MANDAN SUS HIJOS A NUESTRAS ESCUELAS");
7) fomentar la destrucción de la autoridad en los Colegios y Universidades ("ESO, COMO PASA ACÁ QUE TOMAN ESCUELAS Y HACEN POLÍTICA EN VEZ DE ESTUDIAR");
8) suscitar la invención de delitos sociales ("PARA ROBAR MÁS Y MEJOR");
9) El cambio continuo para crear confusión ("TODAS LAS MEDIDAS PARA CAMBIAR LAS COSAS EN VERDAD SIRVEN PARA DISTRAER DE MATUFIAS")
10) Fomentar la homosexualidad en los niños ("ESO PASARÁ CUANDO SE IMPLEMENTE EDUCACIÓN SEXUAL EN LAS ESCUELAS").
Con lo cual tenemos el despliegue delicioso de una imaginación paranoica, a partir de un pensamiento articuladamente xenófobo, homófobo, fascistoide y ultracatólico.
El decálogo de Lenin, también apócrifo, posee algunas delicias de la manía persecutoria de este escriba de caso clínico. Pero sobre todo hay un evidente error: cuando en el decálogo se refiere al control de los medios masivos ("¡LA LEY DE MEDIOS K!"), y dice que Lenin lo escribió en 1913, se cae de maduro que, en ese tiempo, los medios no tenían la masividad actual. Habría que pensar si en la Rusia Zarista existía otro tipo de prensa que no sea la escrita (lo desconozco). Y si la Inflación era un problema para la economía de aquel tiempo (una economía todavía inscripta en el atraso feudal, no industrializada). Está claro que expresiones del tipo "medios de comunicación masivos" no podrían estar en la escritura de Lenin. Dichas expresiones se cristalizaron más adelante.
Este decálogo tiene la misma lógica que el anterior de Gramsci.
Es decir, establecer una continuidad histórica entre kirchnerismo y marxismo-leninismo. Esto sucede a partir de dos invenciones de raigambre psicótica: un kirchnerismo leninizado y un leninismo kirchnerizado. Ambos parten de dos creaciones fantasmales, inexistentes: el leninismo del decálogo apócrifo y el kirchnerismo leninista, incrementado con falsificaciones textuales de poca monta. Un procedimiento que, más que responder al análisis político, responde a delirios de persecusión o a literatura de Borges.
Esto, que causa gracia, también debe hacernos reflexionar. Porque, si un discurso así circula, significa que hay un sector de la población identificada con dichos pensamientos enfermos, violentos que socavan de un hondazo tradiciones políticas y culturales y hacen de la ignorancia un ejercicio de destrucción. Internet, a veces patria del dislate, alberga tanta bilis ideológica trasnochada que deberíamos tener más reparo.
Por último, la conclusión del texto -tributaria de falacias- también puede refutarse interrogando la identidad política del kirchnerismo. Soy expeditivo en este asunto: para mí, no hay marxismo en el kirchnerismo.
En efecto, la pregunta por la identidad de un conjunto político es ardua y tal vez lleva décadas, vidas; acaso siglos. ¿Cuáles son los textos políticos del kirchnerismo? ¿Qué tradiciones intelectuales, culturales e históricas continúa? ¿Cómo se construye un partido, un movimiento? ¿Cuáles son sus referencias en la historia? Debemos preguntarnos todo esto. Pero no hay respuesta.
Yo creo que no hay marxismo en este gobierno. Hay, sí, un impulso desarrollista, neokeynesiano. Hay una comprensión de la trama capitalista, pero en su necesidad de acentuar su aspecto industrial contra su rapacidad financiera. Hay en ello contradicciones, dicho sin inocencia hegeliana. Y acá sí podríamos hablar de dialéctica, aunque jamás de modo superficial: la dialéctica de las fuerzas productivas, del aparato estatal, de las clases sociales, etc. El kirchnerismo es inherentemente capitalista, pero en una dimensión industrial, intervencionista (esto jamás puede ser marxismo, que pretende, a pesar de sus distintas derivaciones, superar al capitalismo). No creo que el kirchnerismo sea un lenguaje apropiado para pensar una hipotética superación del capitalismo.
A su vez, el kirchnerismo adhiere con simpatía al proceso de transformación de América Latina. Pero tampoco se puede hablar de marxismo acá, sino de: Tercermundismo, Indigenismo, Populismo, Feminismo, etc. Pliegues culturales, identidades políticas provenientes de movimientos de resistencia, que han hecho sus críticas al marxismo tradicional y han pretendido superarlo, muchas veces con errores.
El único punto de contacto entre Gramsci y el kirchnerismo, tal vez, sean los textos de Laclau y muchos funcionarios del gobierno de formación gramsciana (Horacio González o Coscia, entre otros). Por ejemplo, el concepto de "hegemonía" o "antagonismo", tan de moda, proviene de Gramsci. Pero este gramscismo es tan liviano, que no podemos atribuirle peso.
Por último, el kirchnerismo traza una fuerte línea de identificación con los setenta, en cuanto a la memoria y su política de Derechos Humanos. ¿Remitir a los setenta es un gesto marxista? No lo sé. Si pensamos en la biografía de Néstor y Cristina, encontramos a la JP, la Juventud Peronista. Esta cuestión reputa gran complejidad, porque la reivindicación de los setenta se hace, hoy, básicamente desde el Estado, desde la memoria emotiva de un peronismo que incorpora a Evita, a Cámpora, a la Juventud y a Perón.
La pregunta por los setenta nos lleva, entre otras cosas, al dilema marxismo y peronismo. Nos hace pensar en la historia de sus cruces, de sus mutuas tragedias y, tal vez, de sus pujas ideológicas a veces feroces, de sus batallas sindicales a veces sangrientas, de su posible fusión o conjunción siempre paradójica y, quizá, imposible.
La discusión del kirchnerismo es importante y necesaria. Debemos hacerla con honestidad y profundidad.
Asimismo, la pregunta por nuestras tradiciones intelectuales, culturales y espirituales (cristianismo, catolicismo) resulta primordial en cualquier civilización política. Pero no podemos aceptar tergiversaciones miserables, que en el fondo pretenden la destrucción de legados, la negación del presente y la secreta nostalgia de tiempos oscuros.