jueves, 28 de noviembre de 2013

SPINOZA, NIETZSCHE Y LA MANZANA PODRIDA


            ¿Será el martillo el complemento de la lupa?
            Más que látigos sobre la carne machucada, la ética debería ser un tratado de óptica. El lente nos aumenta y corrige. Nos aumenta potencias, nos corrige tristezas. El superhombre pule cristales. Y siempre viene bailando, con una corona de rosas en la cabeza.
            Después de todo, ya es hora de entender la moraleja de Adán: le cayó mal la manzana, nada más. Se indigestó. El mismo Hegel no pudo con tanta sencillez: creyó que la manzana negaba a Adán, como la flor con el capullo. Peor: quizá pensó que la manzana estaba dentro del primer hombre, en la negatividad, en la pantanosa noche del mundo, en la palpitante pulsión de muerte (sonríe Hegel, Freud te ama).
            Pero Zaratustra sí entendió el asunto de la manzana. Sí casi lo dijo: el Mal es sólo un problema de intoxicación. También podemos llamarle un problema “fisiológico”, o, mejor, de indigestión. En fin, se trata del cuerpo. De lo que puede (y afecta) un cuerpo. Si seguimos en la creencia de la “manzana interior”, la lupa y el martillo no nos servirán de nada: el dolor, el sufrimiento y la muerte estarán adentro nuestro. Conocemos esa funesta letanía de lo melancólico, lo resentido y enfermo de los corazones con problemas estomacales.
            Entonces, la lupa al cuerpo: así se aumentan relaciones con otros cuerpos que compongan y hagan crecer nuestra potencia. Así lo hizo Zaratustra, por eso su risa alocada.
Yo te quiero ayudar, pobre Adán: sólo has comido una manzana podrida.
Yo te quiero comprender, pobre Adán: no hay moraleja. No vuelvas crucificado (no le hagas caso a Hegel ni a tu Padre): no existe el Mal.

Un martillazo para decirte: No existe el Pecado.

sábado, 20 de julio de 2013

SIGLO XXI

Pequeña bestia, pequeña mía,
¿quién sabrá sacrificar sus pupilas
y mirar desde tus pómulos?
¿Quién se animará a horadar
el vértigo de tus cartílagos?
Vuela sangre a mar,
marea cielo en vómito
por dos puertas, dos laberintos

Despierta, criatura, que ya despertaste
a los retoños y a los Silbidos,
a la rodilla del día y su sueño.
Mis huesos, podridos por el canto,
te esperan con una flauta. Un labio.
¡Recién nacido, recién nacido!
y escombros y víboras y yemas henchidas
y corderos en el umbral del laberinto

Si quiero renacer sin tus tumbas,
¿hago bien en celebrarte con otras hojas,
otras hierbas, otras lágrimas de Gigantes?
¿O la sombra férvida de tu Padre
me confunde al susurrarme que muere
y no vuelve?
Y en su voz vuelve, sí, la otra vértebra
de los muertos, de los suplicios, de las olas
  que no podemos dejar de silbar

Leche del alba, aurora invisible,
escapa de su prisión perfecta
y se promete la bella atroz sangre
del mar infinito o del borde sin rastro.
¡Recién! ¡Recién!
Pequeña bestia, pequeña mía,
¿sabremos sacrificar más pupilas

y mirar desde tus pómulos?

jueves, 16 de mayo de 2013

PALABRAS PUTAS

El decreto 936, dictado por la presidenta, establece que se prohíben “los avisos que promuevan la oferta sexual o hagan explícita o implícita referencia a la solicitud de personas destinadas al comercio sexual, por cualquier medio”.

Desde aquel julio del 2011, a partir de esta medida, comenzó a librarse una batalla contra las emblemáticas publicidades del viejo Rubro 59; asimismo contra los papelitos que decoran los teléfonos públicos con fotos de tetas o bocas pintadas o mujeres semidesnudas. Incluso ha decrecido la entrega en mano de estos “volantes”, en misma proporción que ha crecido su pegatina en paredes o en los ya mencionados teléfonos. Pero las cosas no son tan sencillas.

En los diarios los avisos iniciaron un derrotero nuevo. Por ejemplo, en el diario Clarín - que tanto se ha preocupado por el asunto de la Trata en los programas de María Laura Santillán - el viejo Rubro 59 pasó a encubrirse en otros: el 37 y el 47. El primero integra la sección de los empleos y se refiere a los pedidos para “oficios y ocupaciones varias”. Así, entre empleadores que solicitan carpinteros, asistentes, carniceros, costureras y depiladoras, se destacan avisos donde se piden “señoritas” –la letra del color suele ser rosa– para trabajar en “privados”, “boliches onda Cocodrilo”, con “turnos de pocas horas”, además de “clientela VIP”, a veces compuesta por “extranjeros”. El segundo, el 47, se titula Salud y Belleza. Podemos imaginarnos lo que allí aparece: “Masajista ofrece…”, “¿No me cuidás, estoy solita?”. El multimedio que tanto se ha preocupado por la Trata no va a descuidar el dinero que gana con estas publicidades: en los últimos veinte años, el diario de Magnetto ganó doscientos millones de pesos con el Rubro 59. Sería interesante escuchar, acá, defensas republicanas al respecto: después de todo, ¿los proxenetas no tienen el derecho de “expresarse” libremente? ¿O acaso la libertad de expresión “comercial” no es parte indispensable de la libertad de expresión, tan reclamada en estos tiempos?

En los volantes de la calle la estrategia fue similar: los papelitos pasaron del procaz y directo “Mimosas”, “Te hacemos la fiestita”, “Bucal sin globito” al moderado “Masajes”, “Relajación”, y otros similares. Pero, como la eficaz acción contra estos papeles está a la orden del día, la sutileza de las publicidades llegó a un punto altísimo. Hace poco encontré un aviso muy especial. Se trata del dibujo de una parejita feliz, con sus rasgos algo infantiles (¿incitación a la pedofilia?). Dichos tórtolos están sobre una media luna, abrazados, y se rodean de estrellitas en forma de corazones. Ahora bien, aparte del número telefónico de rigor, encontramos un mensaje con letras bien legibles: PROHIBIDO PARA MENORES DE DIECIOCHO AÑOS. Se trata, claro, de publicidad encubierta: se intuye por el papel barato, la similitud en el diseño y el tipo de letra. Pero sorprende la distancia abismal entre el contenido del mensaje y la realidad que representa: la inocencia del dibujito marca un contraste total con la cruda -suponemos-  situación del prostíbulo y las cosas que allí se hacen. Aunque el ingenio de la publicidad logra no hacer ninguna “referencia explícita o implícita a la solicitud destinada al comercio sexual”. Todo se resuelve en el pacto implícito entre el potencial consumidor y el aviso, en la certeza de que, sin ninguna claridad en el mensaje, sabemos de qué se trata.

Detengámonos en la ironía secreta de todo este asunto. Los publicistas prostibularios apelan a un recurso retórico muy conocido por todos: los eufemismos. Los eufemismos andan por todas partes. Desde hace algunos años, por caso, ya no hay más hambre sino “inseguridad alimentaria”; asimismo no hubo confiscación o saqueo de ahorros sino “corralito”. Pero este ejercicio de cinismo lingüístico se extiende, también, al discurso políticamente correcto o progresista: ya no tenemos gordos sino “personas con problemas de peso”; tampoco hay tarados sino “chicos con capacidades especiales”; sabemos que no hay negros sino “afroamericanos”; etc. (Al respecto, dice el filósofo esloveno Slavovo Zizek: “¿No es evidente que, al decir que alguien tiene capacidades mentales diferentes, en lugar de llamarlo retardado, puede insinuarse una distancia irónica y suscitar un exceso de agresividad humillante? Por así decirlo, con esa dimensión suplementaria de protección cortés, añadimos el insulto al daño (sabemos que la agresividad recubierta de cortesía puede ser mucho más dolorosa que las palabras directamente abusivas, pues el contraste adicional entre el contenido agresivo y la forma superficial diplomática subraya la violencia…)”).

En efecto, los publicistas o proxenetas han entendido la lección del lenguaje progresista censor y han devuelto el MENSAJE INVERTIDO de dicha prédica: dejemos de hablar con claridad para ocultar verdades que no se pueden decir. Esto es: suele pasar que, aquello que pretendemos combatir, nos combate con nuestras mismas armas. (¿Será hora de que cambiemos nuestros hábitos de pensamiento y acción a la hora de construir un mundo mejor?)

Todo esto resulta sintomático, como se percibe en el estilo burocrático y pérfido del inciso del decreto 936: “solicitud de personas destinadas al comercio sexual”. ¿Y si sólo dijéramos: prostitutas? ¿Qué tratamos de esconder temiendo a las palabras?

Como coda, señalemos que el eufemismo siempre va acompañado del alargamiento tedioso de las frases. Como indica el “Manual de Retórica”, elaborado por Ángel Romera: “(…) Las palabras del político abusan del léxico abstracto, (…) se alargan mediante procedimientos inútiles de derivación: ejercitar (y mejor, é-jercitár) por ejercer, complementar por completar, señalizar por señalar, metodología por método, problemática por problema…”.  

viernes, 1 de marzo de 2013

DECÁLOGOS APRÓCRIFOS Y TRADICIONES REALES

 
Circula en Internet un texto que se titula Cristina Fernández de Kirchner y la Escuela de Frankfurt. Este artículo pretende desmontar tamaña locura y reflexionar sobre sus diversas temáticas. Acá el link: http://site.informadorpublico.com/?p=17136
Estamos ante un texto urdido desde el disparate: cultiva atribuciones arbitrarias, prejuicios ideológicos, confusión histórica y paranoia homofóbica. Veámoslo en profundidad.
Empecemos por la escuela de Frankurt.
El autor del texto reduce a este movimiento filosófico y cultural a un par de ateos "que rompieron con Dios" y pretenden lo mismo para toda la población. Esta pavada, sin fundamento, omite que "Dialéctica de la ilustración" (de Adorno y Horkheimer) es un libro que plantea una fuerte crítica al fascismo y a la técnica occidental. Se sostiene a partir de un conjunto de hipótesis que evidencian el lado oscuro de la Razón capitalista. Traza un arco fundamental que lleva desde el concepto de iluminismo alemán y francés hasta los campos de concentración nazis. Tamaña pavada, escrita en plena guerra mundial.
El texto revisado, que tacha de ateos a los frankfurtianos, también omite un nombre fundamental: Walter Benjamin. Uno de los nombres más importantes en el pensamiento del siglo XX, autor de libros fundamentales y gran escritor. Alemán, judío. Si bien no se lo puede reducir a la escuela de Frankurt, Benjamin emergió de este contexto y era amigo personal de Adorno. Ambos, con diferencias, pretendían refundar el marxismo y repensar la dialéctica. En el caso de Benjamin, con un desgarrador mesianismo judío, lleno de dramáticas búsquedas trascendentes (no hay ateísmo en él, como vemos). Un hombre que tuvo que exiliarse en Francia, perseguido por los nazis. Un hombre que intenta escapar de aquella Francia ocupada: cuando llega a Portbou, en la frontera hispano-francesa, para embarcar hacia Nueva York, encuentra dicha frontera cerrada. Ante la imposibilidad de poder irse, se SUICIDA. Al día siguiente, ya muerto Benjamin, la frontera se abre. Una tragedia.
La escuela de Frankfurt fue la propulsora de grandes pensadores (también mediocres, como el caso de Erich Fromm). Sí, sus fuentes provenían de Marx y Hegel, pero nunca de modo homogéneo, nunca de un modo tan reduccionista. El nombre de Kant y del idealismo alemán abre un ramillete infinito de referencias bibliográficas.
Si los funcionarios más importantes de nuestro país visitan la sede de esta escuela, la refieren con respeto y firman convenios con ella, significa que muestran una filiación política y un conocimiento del complejo entramado intelectual e histórico cultural del siglo XX.
Digo todo esto para asomarnos a la complejidad de un tiempo, de biografías dispares, de polémicas en torno a la filosofía y la política. Lo que muchos grupos llaman "marxismo cultural" no puede ser pensado así, a la bartola. No es lo mismo el marxismo del siglo XIX, Lenin, Gramsci, Mao, el Che o los posmarxistas. Gramsci, por ejemplo, es uno de los pensadores políticos más importantes del siglo XX, que jamás escribió un decálogo fomentando "la homosexualidad en los niños" (¿es serio que alguien crea en la veracidad histórica de semejante frase?). ¿Cuál es la fuente de semejante cita?
Para desmontar este mecansimo, podemos apelar al psicoanálisis y a nuestro contexto actual. Ensayo una traducción de los pensamientos hacia los cuales este decálogo apócrifo quiere inducirnos:
1) Fomentar la desintegración familiar ("CLARO, COMO HACE EL GOBIERNO CON MEDIDAS COMO EL MATRIMONIO IGUALITARIO, LA ADOPCIÓN DE PADRES PUTOS Y LESBIANAS");
2) Hacer depender a los ciudadanos del Estado o de los beneficios del Estado ("SÍ, LO HACEN LOS K CON LOS PLANES ASISTENCIALES PARA MANTENER VAGOS Y NEGROS CABEZA");
3) Mantener un sistema legal desacreditado, con prejuicios contra las víctimas del delito ("CLARO, COMO PASA ACÁ, LOS DELINCUENTES ENTRAN POR UNA PUERTA Y SALEN POR LA OTRA. EL GRAVE PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD");
4) promocionar el vaciamiento de las Iglesias ("SÍ, YA PERÓN HACÍA ESTO TAMBIÉN, PONÍA BOMBAS EN LAS IGLESIAS");
5) promover el consumo excesivo de bebidas alcoholicas ("AHÍ ESTÁN LOS VAGOS EN LAS ESQUINAS ESCABIANDO CERVEZA Y ROBANDO");
6) promover migraciones para destruir la identidad ("COMO DIJO MACRI, BUENOS AIRES ES UN COLADOR, ENTRAN PARAGUAS Y BOLITAS Y NOS SACAN EMPLEOS, USAN NUESTROS HOSPITALES Y MANDAN SUS HIJOS A NUESTRAS ESCUELAS");
7) fomentar la destrucción de la autoridad en los Colegios y Universidades ("ESO, COMO PASA ACÁ QUE TOMAN ESCUELAS Y HACEN POLÍTICA EN VEZ DE ESTUDIAR");
8) suscitar la invención de delitos sociales ("PARA ROBAR MÁS Y MEJOR");
9) El cambio continuo para crear confusión ("TODAS LAS MEDIDAS PARA CAMBIAR LAS COSAS EN VERDAD SIRVEN PARA DISTRAER DE MATUFIAS")
10) Fomentar la homosexualidad en los niños ("ESO PASARÁ CUANDO SE IMPLEMENTE EDUCACIÓN SEXUAL EN LAS ESCUELAS").
Con lo cual tenemos el despliegue delicioso de una imaginación paranoica, a partir de un pensamiento articuladamente xenófobo, homófobo, fascistoide y ultracatólico.
El decálogo de Lenin, también apócrifo, posee algunas delicias de la manía persecutoria de este escriba de caso clínico. Pero sobre todo hay un evidente error: cuando en el decálogo se refiere al control de los medios masivos ("¡LA LEY DE MEDIOS K!"), y dice que Lenin lo escribió en 1913, se cae de maduro que, en ese tiempo, los medios no tenían la masividad actual. Habría que pensar si en la Rusia Zarista existía otro tipo de prensa que no sea la escrita (lo desconozco). Y si la Inflación era un problema para la economía de aquel tiempo (una economía todavía inscripta en el atraso feudal, no industrializada). Está claro que expresiones del tipo "medios de comunicación masivos" no podrían estar en la escritura de Lenin. Dichas expresiones se cristalizaron más adelante.
Este decálogo tiene la misma lógica que el anterior de Gramsci.
Es decir, establecer una continuidad histórica entre kirchnerismo y marxismo-leninismo. Esto sucede a partir de dos invenciones de raigambre psicótica: un kirchnerismo leninizado y un leninismo kirchnerizado. Ambos parten de dos creaciones fantasmales, inexistentes: el leninismo del decálogo apócrifo y el kirchnerismo leninista, incrementado con falsificaciones textuales de poca monta. Un procedimiento que, más que responder al análisis político, responde a delirios de persecusión o a literatura de Borges.
Esto, que causa gracia, también debe hacernos reflexionar. Porque, si un discurso así circula, significa que hay un sector de la población identificada con dichos pensamientos enfermos, violentos que socavan de un hondazo tradiciones políticas y culturales y hacen de la ignorancia un ejercicio de destrucción. Internet, a veces patria del dislate, alberga tanta bilis ideológica trasnochada que deberíamos tener más reparo.
Por último, la conclusión del texto -tributaria de falacias- también puede refutarse interrogando la identidad política del kirchnerismo. Soy expeditivo en este asunto: para mí, no hay marxismo en el kirchnerismo.
En efecto, la pregunta por la identidad de un conjunto político es ardua y tal vez lleva décadas, vidas; acaso siglos. ¿Cuáles son los textos políticos del kirchnerismo? ¿Qué tradiciones intelectuales, culturales e históricas continúa? ¿Cómo se construye un partido, un movimiento? ¿Cuáles son sus referencias en la historia? Debemos preguntarnos todo esto. Pero no hay respuesta.
Yo creo que no hay marxismo en este gobierno. Hay, sí, un impulso desarrollista, neokeynesiano. Hay una comprensión de la trama capitalista, pero en su necesidad de acentuar su aspecto industrial contra su rapacidad financiera. Hay en ello contradicciones, dicho sin inocencia hegeliana. Y acá sí podríamos hablar de dialéctica, aunque jamás de modo superficial: la dialéctica de las fuerzas productivas, del aparato estatal, de las clases sociales, etc. El kirchnerismo es inherentemente capitalista, pero en una dimensión industrial, intervencionista (esto jamás puede ser marxismo, que pretende, a pesar de sus distintas derivaciones, superar al capitalismo). No creo que el kirchnerismo sea un lenguaje apropiado para pensar una hipotética superación del capitalismo.
A su vez, el kirchnerismo adhiere con simpatía al proceso de transformación de América Latina. Pero tampoco se puede hablar de marxismo acá, sino de: Tercermundismo, Indigenismo, Populismo, Feminismo, etc. Pliegues culturales, identidades políticas provenientes de movimientos de resistencia, que han hecho sus críticas al marxismo tradicional y han pretendido superarlo, muchas veces con errores.
El único punto de contacto entre Gramsci y el kirchnerismo, tal vez, sean los textos de Laclau y muchos funcionarios del gobierno de formación gramsciana (Horacio González o Coscia, entre otros). Por ejemplo, el concepto de "hegemonía" o "antagonismo", tan de moda, proviene de Gramsci. Pero este gramscismo es tan liviano, que no podemos atribuirle peso.
Por último, el kirchnerismo traza una fuerte línea de identificación con los setenta, en cuanto a la memoria y su política de Derechos Humanos. ¿Remitir a los setenta es un gesto marxista? No lo sé. Si pensamos en la biografía de Néstor y Cristina, encontramos a la JP, la Juventud Peronista. Esta cuestión reputa gran complejidad, porque la reivindicación de los setenta se hace, hoy, básicamente desde el Estado, desde la memoria emotiva de un peronismo que incorpora a Evita, a Cámpora, a la Juventud y a Perón.
La pregunta por los setenta nos lleva, entre otras cosas, al dilema marxismo y peronismo. Nos hace pensar en la historia de sus cruces, de sus mutuas tragedias y, tal vez, de sus pujas ideológicas a veces feroces, de sus batallas sindicales a veces sangrientas, de su posible fusión o conjunción siempre paradójica y, quizá, imposible.
La discusión del kirchnerismo es importante y necesaria. Debemos hacerla con honestidad y profundidad.
Asimismo, la pregunta por nuestras tradiciones intelectuales, culturales y espirituales (cristianismo, catolicismo) resulta primordial en cualquier civilización política. Pero no podemos aceptar tergiversaciones miserables, que en el fondo pretenden la destrucción de legados, la negación del presente y la secreta nostalgia de tiempos oscuros.