miércoles, 29 de diciembre de 2010

JESÚS, MOISÉS, SÓCRATES Y NUESTROS CUENTOS

Mi relación con la Navidad fue siempre conflictiva. Desde que descubrí que Papá Noel no existe, hasta la fecha, no termino de celebrar el asunto como lo manda el Señor. Por ejemplo, mi primera obra de teatro exploraba la idea de un Santa Claus depresivo, maníaco y con la idea de asesinar niños y esterilizar seres humanos.

Esto me sucede, en general, con todos los rituales impuestos, con todas las verdades y dogmas incuestionables. Hay una imperiosa necesidad de que nos cuenten cuentos: desde la infancia, antes de dormir, hasta la adultez, cuando el televisor nos narra las últimas fábulas. Pasados esplendorosos de seres sobrenaturales, fundadores de la patria, míticos personajes. En cada patria, en todo tiempo. Futuros en el más allá, reencarnaciones y cielos con ángeles vírgenes o infiernos ardientes si nos portamos mal.

Pero hay más: nuestra cultura occidental misma está basada en tres cuentitos fundacionales, en tres niveles distintos, a partir de tres personajes diferentes. Con ustedes, los conocidos de siempre: Moisés, Jesús y Sócrates.

Extensas bibliografías hay que polemizan sobre la existencia histórica de estos tres hombres. En este aspecto quisiera centrar el artículo.

Al respecto del Moisés: un asunto oscuro lo representa el propio Éxodo del pueblo judío, encabezado por Moisés. Según se plantea, tuvo lugar durante el reinado del faraón Merneptah, cuarto rey de la XIX Dinastía, hijo de Ramsés II el Grande. Aunque, tal como se pregunta Vicente Vaquero en su artículo ¿Existió Moisés realmente?, verdades y mentiras del Libro del Éxodo, ¿hubo alguna vez un Éxodo? Porque lo cierto es que en todo lo descubierto hasta ahora por los egiptólogos no hay nada que demuestre que tal hecho tuviese lugar. (No voy a entrar en demostraciones de las que me siento incapaz. En el artículo señalado aparecen algunas hipótesis interesantes.)

Respecto de la inexistencia de Jesús, Kautsky en su Orígenes y fundamentos del Cristianismo dedica un capítulo al hijo de Dios. El autor marxista se pregunta cómo fue posible que ningún historiador contemporáneo tomara nota del trascendente hecho de la vida y muerte de Jesús. Recién con las con los evangelios aparece una notación histórica de Jesús (Y el objetivo de la escritura de los evangelios no tenía objetivos históricos, sino doctrinarios). Recordemos que la historia, como disciplina, había comenzado con Heródoto en la época de Pericles. Otro argumento interesante de Kautsky es que Jesús reunía las características de muchos personajes míticos de la época. La capacidad de realizar milagros y resucitar ya la encontramos, por ejemplo, en Empédocles, filósofo griego. Con este y otros ejemplos, Kautsky pretende desentrañar el carácter literario de Cristo.

Con Sócrates pasa algo similar. Hombre del pensamiento, filósofo y, sin embargo, se negó a escribir libros. Esto generó sospechas en varios historiadores: por ejemplo, ¿no será Sócrates un invento con fines pedagógicos de Platón? Y los griegos, para definir su carácter nacional, habrían ayudado a la difusión del mito. (No obstante, las fuentes contemporáneas de la existencia de Sócrates no son sólo las de Platón: la obra teatral cómica Las nubes de Aristófanes retrata con sorna a Sócrates; el historiador y militar Jenofonte, también discípulo de Sócrates, le dedica una apología.)

Con esto no quiero decir que tenga una posición al respecto. Reconstruir el pasado es una tarea de altísima complejidad: historiadores, arqueólogos, científicos en general; todos discuten permanentemente los métodos usados y su eficacia o dificultad. En algo podemos, sí, estar de acuerdo: la memoria se construye desde el presente. A partir de las necesidades del presente. No se encuentra conservado el pasado, hay que reinventarlo o al menos recrearlo.

Igualmente no quisiera derivarme. Supongamos, por un instante, que ni Sócrates ni Moisés ni Jesús existieron. Hagamos un juicio problemático: los tres pilares de la cultura Occidental no existieron. No pisaron la tierra.

Es un juicio problemático, nada más.

Supongamos, entonces. Se trata en verdad de tres hermosos cuentos. De fábulas que nos contaron para hacernos más soportable la existencia en un mundo indiferente, en medio de una tierra que, cada vez que completa su traslación total, nos hace brindar por nuestros deseos. Un cuento más, como la Cenicienta o aquel que nos dice que los Astros influyen en nuestro destino.

Érase una vez un hombre muerto por mis pecados. Érase una vez un hombrecillo, petiso y feo, que murió por sus ideas. Érase una vez un hombre que me dijo que yo era parte del Pueblo Elegido.

En este fin de año, sin embargo, yo quisiera brindar por quienes no creen quieren ni necesitan cuentos para vivir.

Quisiera brindar por quienes, según Kant, alcanzaron su mayoría de edad y piensan por sí mismos (o al menos lo intentan).

Quisiera brindar por quienes no se dejan soñar por sueños filisteos. Por quienes no confunden tiempo y oro.

Por quienes no prefieren las estatuas, ni siquiera la propia.

Por quienes prefieren el dolor de la verdad antes que el placebo de la mentira.

Por quienes, al decir de Borges, buscan por el agrado de buscar, no por el de encontrar.

Brindo por quienes no brindan ni les interesa.

¡Salud!

(Érase una vez un niñito que escribió una carta a Santa Claus. Empezaba así: “Querido señor de las nieves, para esta Navidad quisiera pedirte que me ayudes a despertar”.)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CONDENAN A VIDELA

Se me caen las lágrimas!
Acaban de condenar a Videla y a Menéndez a perpetua por delitos de lesa humanidad!
Fiesta, júbilo de la democracia y del espíritu!
Hoy, el mundo es un poco menos injusto!

martes, 21 de diciembre de 2010

Quienes aman y quienes no

No conocerán el frío

de la herida ni su hiel

devoradora. Más aquel

beso, sosiego de estío,

donde estallan las auroras,

esfumará en sus deshoras

la noche eterna de la vida,

de la mar frágil, dormida.

No sabrán de los suspiros,

de la batalla del dolor

y la ternura, del color

lívido y gris del papiro

donde escribo. (En silencio,

murmura su roca muda

la sonata de la duda,

la plegaria del silencio:

Che più, che più cercando io vò?,

Che più, che più cercando io vò?)

No sabrán de mí ni de vos,

de las águilas plomizas,

del ocaso en cenizas

cuando tirita un adiós

desconsolado. ¡Ay, mi amor!,

no aman si no es con fulgor

de opaco brillo mundano.

Su límite, lo humano;

su orilla, el viento de avaricia

que se apaga en su inmundicia.

Y si hoy la sombra fiera

del destino disipara

mi cuerpo, si me llevara

a un infierno sin quimera

donde el olvido lo quiera,

Isabel: yo iré, templado.

Seguro de haberte honrado,

beso la tierra en tu nombre.

Un hombre sólo es un hombre

si puede decir: “he amado”.

jueves, 16 de diciembre de 2010

NO OLVIDAR A RIMBAUD

Y una anda por la vida, por la reputa vida, sin recordar que un día un chiquilín poeta, un pibe que no tendría ni veinte años, escribió el color de cada vocal. El origen de cada vocal.
Y así fue como las palabras no volvieron a ser lo que eran.



Vocales

A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales,

descubriré algún día sus génesis latentes:

A, velludo corsé de moscas relucientes

que alrededor pululan de crueles podredumbres,

golfos umbríos; E, candor de vapores y de tiendas,

glaciar con puntas, rey blanco, escalofrío de umbelas;

I, púrpura, escupitajo, reir de bellos labios,

penitentes de cólera o de borrachera;

U ciclos, vibraciones divinas, mares verdes,

paz de estepa con animales, paz de arruga

impresa por la alquimia en frentes de estudiosos;

O, supremo Clarín de extrañas estridencias,

silencios recorridos por Mundos y por Ángeles:

- ¡O la Omega, el violáceo meteoro de Sus Ojos!



miércoles, 15 de diciembre de 2010

CHOPIN, LA MÚSICA Y POR QUÉ NO SOY LEÍDO

Bueno, parece que el éxito de los blogs es escribir en primera persona. Y yo vine haciendo, en este humilde espacio, lo contrario: mucha literatura, poesía, ficción, bla bla. Antes de que mi pobre éter desaparezca, abriré una nueva sección para sus escasísimos lectores. La llamaré, con genialidad, primera persona. Y ensayaré el estilo que se encuentra en la blogosfera. O sea, opiniones, sentencias breves y escurridizas ideas jabonosas. El fin: conseguir más lectores para no cerrar el blog. Todo ámbito de escritura se nutre de lectores y obra; si no, muere, famélico (fané) y desconsolado.

Hoy, en Primera Persona, hablaré de la música.

Ya de purrete me fue dado el asombro de la música. Solía ser un adolescente autodestructivo (como muchos, ¿no?) y, entre los cambios de época,… No, no puedo. Ya me da vergüenza contar anécdotas estúpidas. Por ejemplo: a qué edad debuté, cuándo vomité alcoholizado y si me drogué mucho. Al grano, fracasó mi primer intento de ser un blogger como Dios manda.

De pibe pensaba que la música tenía un significado secreto. Bah, todo debía tenerlo: el universo también. Toda la cuestión cósmica: las estrellas, los mosquitos, las palabras. Todavía estaba Dios, infinito, con su respuesta (después se las tomó, por lo menos para mí). La cosa es que yo andaba con el asunto de encontrarle significado a las cosas. Y la música me perturbaba.

¿Qué significaba, por ejemplo, Adiós Nonino?

Me imaginaba detrás de sus cadencias, de su fraseo rítmico, de su aire a marcha fúnebre o canción de cuna, a Nonino el hombre. Nonino, un ser gallardo y, a la vez, triste. Como el carácter de la pieza.

Y así toda obra musical que me cruzaba. “Claro de luna” era, claro, un claro de luna, cifrado entre sus motivos, secreto en las armonías. El compositor diseminaba en el lenguaje musical, de modo simbólico, un claro de luna.

Hasta que un día escuché una de las baladas de Chopin (la “Balada en sol menor”), y me sentí perplejo. ¿Qué, acaso detrás de esa obra estaba la tuberculosis?

Chopin me hizo mierda. Ya que titulara “Baladas” a sus baladas me desconcertó. En un principio la balada, como forma de expresión artística, no era ni más ni menos que un poema cantado en el cual debían mezclarse a partes iguales lo lírico con lo épico. Bueno, Chopin no remite a ningún texto. Música absoluta.

Un “la” anuncia el comienzo de la balada. Una redonda en clave de fa (el signo de esa clave parece un viejito con problemas en la cintura, medio doblado). Es un “la” misterioso (la manía mía de abusar del lenguaje; un la no puede ser más que un la). La partitura indica pesante. El dibujo melódico crece. Ahora, lo hace con las dos manos. Cada una toca una nota: do-fa bemol-sol-la bemol-fa bemol; de nuevo mi-si-do-la bemol-mi bemol-si bemol-do hasta llegar a lo último de esa frase: fa-mi bemol-re-re. Este “re” que la partitura exige tocar dos veces es el aliento final.

Dos temas tiene esta balada (los temas son, en su definición básica, ideas melódicas). Uno de ellos, muestra la sencillez de la complejidad. Está hecho de seis notas: do-re-fa sostenido-si bemol-la-sol. Listo.

El segundo tema de la Balada son cinco notas en la mano derecha y una octava en la izquierda. Pero, ojo, nada de paz: si bien este tema comienza con un cantábile, la partitura marca luego crescendo, crescendo y molto crescendo. Agitación, vigor.

En una de las muestras más expresivas y contundentes de lo que podía lograr Chopin con un piano, los temas se van mezclando en vértigo de escalas. Una variedad sonora y armónica crea una textura única, llena de contrastes, de riqueza tímbrica, de creatividad en la repetición y en las variaciones (variaciones de alto virtuosismo) de los dos temas de la balada. Esa forma de imbricarse, de intercalarse en tesituras diversas, en tonalidades diferentes, es una persuasiva muestra de la imaginación musical chopiniana. Un desarrollo lleno de sorpresas, con una belleza en su artesanía y en sus recursos como pocas veces dio la música.

La pieza concluye con una coda y una serie de acordes de gran impacto. Un final de octavas en las dos manos, ascendentes y descendentes. Y te deja sin aliento.

Mi conclusión luego de analizar (con torpeza y limitaciones) esta obra fue: la música no significa nada. Nada exterior a ella. Remite sólo a sí. Es un universo dentro del universo. Una tautología de las más básicas: la música es la música. Uno quiere, desesperado, que las seis notas de uno de los temas de la balada signifiquen algo. Por caso, el alma de Chopin; por caso, el aliento musical del romanticismo. Uno quiere que el “la” del comienzo (esa la que debe ser interpretado pesante) signifique, por ejemplo, el preanuncio del nazismo. Pero no. El “la” no significa otra cosa más que una nota.

Esa es la dignidad de la música, su absoluto autonomía.

Tal vez – pienso - suceda lo mismo con todas las artes (la pintura remite a sí misma, la poesía remite a la poesía, regresiones y regresiones infinitas).

Y, tal vez, suceda lo mismo con el universo: todo más allá de él sea una trampa. Como querer darle al “la” otro significado del que tiene. Los otros mundos, las otras dimensiones, etc., remiten fatalmente a este universo (que es la tonalidad donde se mueve toda fantasía de otros “planos”), universo que opera como cárcel y a la vez como maravilloso monstruo.

El universo es musical en un sentido: todo acontecimiento, remite sólo a él mismo.

Bien, otra vez me condeno a no ser leído.

LA BALADA

http://www.youtube.com/watch?v=ZN7nZyicgxA&playnext=1&list=PLA6008D23CA367621&index=2

lunes, 22 de noviembre de 2010

No me vengas a decir nada

si pensaras de verdad en los millones de años

a tus espaldas

a ver, una roca en la infinita cara

de la luna

una nenita que hunde sus manos ensangrentadas

y vos con tu baba decadente

no, hermano,

hay un chispazo entre dos precipicios

en cada ojo abierto al mundo

es un apenas parpadeo de luz

en la negrura

cósmica

a ver, los planetas en sus órbitas demenciales

moscas, perros, burócratas y mares

y vos que no podés

cerrar los párpados

y dejarte temblar por el cuerpo de una mujer

y vos que no podés con la inmensidad,

una frase de Piazzolla no te demuele,

un pedazo de noche no te relumbra,

entonces no me digas nada

un día recordarás que estuviste muerto.

Será tarde.

sábado, 30 de octubre de 2010



NOCTURNAL DE LA SIRENITA



Denso, críptico, desolador: detrás de las paredes, un acorde. Con la sonoridad de un piano de cola, dedos enérgicos: paaaam... Y se sostuvieron las notas por largo rato, como si varios pies hubieran apretado el pedal. Me desperté con sorpresa. Jamás vinieron ruidos del departamento de al lado. Por eso, mi marido me decía:

-Yo creo que están inmóviles todo el tiempo, encerrados en su silencio.

La noche tenía el olor de los árboles. En esa época, apenas podía entrar en mi habitación, con mansedumbre, relajarme un poco y dormir. Mi casa olía muy bien. Perfumes de hojas o a ramas secas. Y un día – el día incluye la noche – el acorde, detrás de las paredes, denso, críptico y desolador. Mi marido ya no estaba y yo reparé en sus palabras:

-Se encierran en su silencio.

Silencio: ausencia de sonidos. El sonido no se propaga en el vacío. Salvo la tierra, todo permanece en silencio. Mi marido me decía, creo haberlo dicho:


-Están inmóviles todo el tiempo.

A la mañana siguiente, pensaba acomodar unas fotos. Me gustaba una en algún armario: tenía el pelo largo, lacio, de un rubio impecable. Los ojos negros. Una expresión de tranquilidad en los extremos de la sonrisa. La foto debía ser de unos meses antes de cortarme el pelo, unos años antes de perder la gestualidad de mi juventud y tener esta cara, esta cara de silencio y reflexión, que tengo ahora.

También debía buscar una postal de mamá, en una playa, con su traje de baño, sus piernas después del agua, la orilla en blanco y negro. Todo eso haría a la mañana siguiente, pero desde el silencio – yo ya había apagado la tele, tenía los ojos cerrados y empezaba a formarse un sueño borroso en mi cabeza –, desde el silencio brotó, denso - críptico - desolador, el acorde. Si hubiese estado mi marido, le hubiera podido decir: -Viste, no están inmóviles ni encerrados. En algún rincón de su casa tienen un piano. Con sigilo, la mujer levantó la tapa, preparó sus dedos. De seguro aprendió de chica los rudimentos de la digitación. Años con ejercicios de mano izquierda, mano derecha. Años de: blancas, negras, corcheas. El minucioso vaivén del metrónomo. Do, mi, sol. Entonces, tocó el acorde.


La noche olía a árboles. Perfumes de árboles, ramas, hojas, sequedades.


Creo que el sueño - el sueño borroso, el sueño antes del acorde - era así: yo tenía un vestidito y caminaba por la playa. Los peces estaban todos en la orilla, no sé por qué, y otros animales marinos también. No sé sus nombres, sólo me acuerdo de sus patitas, sus colores amarillos o azules, sus cuerpos atrapados en la arena. En fin, caminaba y una anciana a mi lado me detuvo. Me miraba amenazándome. Los ojos de transparencia espumante. Las manos de arrugas de mar.


Y paaaam denso críptico desolador.


Me levanté y puse mi oído contra la pared. Alguien empezó con una sonata. Un motivo repitiéndose entre tibias armonías. El sonido apenas atrapado en la atmósfera. Me volví a acostar.


Me dormí.


Y la persistencia de la música se coló en mi sueño. Otra vez la anciana nacía entre las sombras del sueño y hablaba:


-Vení conmigo a mi casa. Tenemos que cruzar la otra playa. Pero vale la pena.


- ¿La otra playa? – Debo haberla mirado con furia.


- Todas las playas son una.


El sonido de las olas se mezclaba con el motivo de la sonata, casi esfumado.


-Debemos cruzar los acantilados, caminar y caminar por la orilla hasta la última playa. De ahí, subimos por una escalera y la casa queda cerquita.


Caminamos.


-Qué casa hermosa – le dije. Sus ojos de transparencia espumante pestañearon. Por momentos, parecía una bruja de intensa belleza.


- Usted tiene un pelo magnífico, ¿sabe? El color amarillo de la arena. Y sus ojos negros como el cielo nocturno. Aunque aburren tan pocos colores, ¿no cree? Los sueños deberían ser en blanco y negro.


- ¿Sabe?, cuando yo era joven, soñaba en blanco y negro... Cuántas escaleras tiene su casa – subíamos desde hacía rato.


-Debe hacer el esfuerzo. Todas las casas hermosas tienen escaleras.


-Señora, ¿usted sabe por qué esa sonata no se detiene? Quisiera estar en silencio.


-Sólo hay sonido en la tierra. Muchos piden por el silencio, pero… ¿realmente cree que lo soportarían?


Las escaleras terminaban contra una puerta. Me abrió mi marido, joven y rozagante.


-Hola.


Yo también estaba joven y rozagante, según sus palabras.


-Pasá y no lo olvides: nos encerramos en nuestro silencio.


Y la sonata no se oyó más.


Mi marido y su perfume de árboles, de hojas, de ramas secas.


El comedor de la casa era enorme, desolador. No había muebles ni fotos. Sólo una gran ventana, que daba al mar. Y un piano de cola, en un rincón.


-¿Ésta es la casa de la anciana? –le pregunté. La anciana había desaparecido.


-No, claro que no.


Mi marido perdió su mirada en un rincón. Apenas podía hablar:


-Al lado vive una señora que cree que nosotros vivimos encerrados…


Sus ojos parecían animales marinos.


-Una señora que cree…


-¿Qué cree?


Mi marido no quiso decirlo.


-Encerrados en nuestro silencio.


Se quedó inmóvil, con las manos arrugadas.


Me dirigí al piano. Cerré los ojos y, con sigilo, levanté la tapa. Una ráfaga de olores marinos invadió la casa. Olores brotando del instrumento, olores de peces, de animales bañados por espuma, de rocas salitrosas; perfumes de agua dulce, de agua muda, partículas que se propagaron, en un segundo - por todo mi cuerpo - llenaron mis manos de un aroma por momentos duro, por momentos ágil - por milésimas -, quebradizo y mortal. No soporté el silencio.


Y dejé caer mis dedos en el piano.


Abrí mis ojos y lo vi: mi marido me observaba con pena. En silencio.


Un sonido hueco reemplazó el acorde - el paaaam – que yo esperaba.


El piano no tenía teclas.


Lo golpeé y lo golpeé hasta sangrar mis manos.

jueves, 21 de octubre de 2010

Puedo arrojar sobre el papel
palabras desesperadas:
lluvia,
tristeza,
locura…

Puedo añadir a tu nombre
guerras, promesas, ciclos,
crepúsculos.

Puedo desatar la furia de los ritos
de las piedras
de los hechizos en el silencio
del primer humano.

Puedo decirme “soy un hombre”
y perderme en las sombras de la noche.

Tras, el vidrio,
los dedos, el pétalo,
empapado, tras, mis ojos,
otros, ojos, conducen, cielos,
despeñaderos, juntos.

Y, ¿qué son los días después del después?

Los días se atraviesan de caballos
desbocados, los días se angostan
para caber en espejo roto.

Los días guardan el secreto de su secreto.

Puedo decirte “te invito”
y arrastrarte a mis honduras
y ni mucho menos
ni mucho más, puedo.

Sólo este hambre,
manos mías de mi poema
que dice así:
“Puedo arrojar sobre el papel…”

miércoles, 22 de septiembre de 2010

No quisiera ser aquel poeta de las mil primaveras

y los balcones con su número, sus setenta y flores de pico

porque la comisura de un pliegue

es el agua en el agua,

un prisma de hálito en éxtasis

y tu boca, ayuno de pan y sexo

en espesa cumbre,

en espesa

fauna

Lo sabés, mi amor, no quisiera ser (¿y qué,

misterio o zapatilla, es?)

no quisiera ser ese poeta pero quiero

una primavera para encender un ritmo

en los ecos de tu voz,

y otro pliegue, lo sé,

y otro pliegue

y otro felino en bola de lana

ah, se cubren las mantas de nuestras manos,

ah, se empastan las eses del silencio en nuca

se aquieta la cuerda que tensa

qué tensa mi flor en tu olvido?

No quisiera decir otra vez te amo

pero en la cesura del "te" y el "amo"

quisiera ver el agua en el agua

el pan en su cumbre

una la escultura del viento

y el soplido en eco

y un soplido en eco

y un soplido en eco

sábado, 14 de agosto de 2010

UNA DROGA MUY PELIGROSA

  • Existe una sustancia que tiene el poder de suprimir la voluntad de las personas.
  • Además, hace perder la memoria de todo lo que sucede durante el tiempo que dura su efecto: Televisión Privada.

Televisión privada

  • Se llama Televisión privada o televisión a secas. Se obtiene dándole concesiones a los grupos económicos, permitiéndoles impartir sus ideologías de terror por la vida, odio y amenaza por el otro, por lo diferente. El formato escogido: culebrones y noticieros lacrimógenos.
  • Su sustancia proviene de un árbol sangriento con el que se fabrica papel prensa. Se asimila si se mira TV, de dos a ocho horas diarias.

La alteración de esta droga con otros fármacos

  • De ella se extrae una droga llamada estupidez o mediocridad que tiene varios usos en la medicina política. Se vende bajo prescripción de golpe de Estado. El fin: anular la capacidad crítica de las clases medias con objeto de aclimatar el posterior golpe de facto.

El ingreso al organismo: sinapsis alterada

  • Tan pronto la estupidez ingresa al cuerpo tiene efecto inmediato el que dura 1 a 2 horas, y se va eliminando muy lentamente.

Efectos

  • La víctima entra en un estado de pasividad y en actitud "complaciente", pierde creatividad y raciocino. El comunicador-títere social aprovecha para impartir ideologías favorables a los grupos privilegiados, entre cuyos ítem destacamos:
  • La mujer como objeto sexual;
  • El pobre como delincuente;
  • El delincuente como pobre;
  • El acto sexual como genitalidad pura.

¿Dónde puede estar la televisión?

En cuartos, comedores, cocinas, baños, bares.

Generalidades

  • Por lo general los políticos y poderosos suministran la televisión privada a víctimas de la educación pública del tercer mundo, el consumismo y el vacío existencial.

¿Cómo actúan los delincuentes en la televisión?

  • La televisión es la droga FAVORITA de los grupos económicos y los poderosos, porque altera el funcionamiento cerebral en sólo 2 minutos.
  • La víctima, mentalmente indefensa, es presa ideal para abusar cultural, económica y políticamente de ella o robarle la voluntad (algunos usan la expresión “colonizar su subjetividad”).
  • Los delincuentes (empresarios, políticos) hacen inhalar la televisión mostrándoles: películas comerciales, noticieros alarmistas, telenovelas costumbristas, etc.

PELIGRO – Dosis altas

  • En dosis muy altas causa mediocridad, resentimiento, miedo y paranoia.

RECOMENDACIONES


- No tener sueños (te volverán loco)

- No hacer el amor sin preservativos (tendrás SIDA)

- Creer en Dios (si no, te irás al infierno)

- Tener miedo (sino, te robarán en la esquina de tu casa)

- No amar sin conveniencias (tendrás desengaño)

- No ser libre (irás preso o morirás solo).

Manténgase alerta

Distribuya esta información

  • Sea un buen ciudadano y divulgue esta información, a familiares y amigos.
  • Recuerde que todos podemos ser víctimas.
  • Hable y comente de este tema con toda su familia, vecinos y amigos.

VÍCTOR DUPONT