lunes, 18 de enero de 2010

jueves, 14 de enero de 2010

OTRO DÍA MÁS EN EL PLANETA TIERRA O LA POÉTICA DEL PITY

“Necesito una señal
o algo que me diga
cuál es el sentido en este mundo.
¿Qué es verdad y qué es mentira?
¿Qué es el bien?
¿Qué es el mal?”

Que el paisaje de nuestro rock (calificado, con tintes fachos, “nacional”) es una paisaje desolado, no parece necesitar mayores argumentaciones.
Pomelo, la caricatura de Capussotto, dio el golpe de gracia: la categoría de estrella de rock, otrora encarnada por personajes que chocaban contra las instituciones y llevaban un estilo de vida acorde a una ideología maldita y romántica, fue deconstruida. Los supuestos del texto roquero quedaron al desnudo y la reducción paródica nos mostró una criatura inofensiva, apolítica y risible. Tal vez sucedió esto porque el rock decidió no llevar su prédica hasta las últimas consecuencias: no murió joven. Ahora es viejo, conservador, lo estudian en academias y lo escuchan los padres junto con los hijos. Dentro de poco, los nietos con los abuelos. La mesa familiar se divierte con las locuras inofensivas de cualquier Pomelo contemporáneo.
Pero, de repente, mientras los íconos dejaban las drogas y la bohemia y disfrutaban las regalías de SADAIC, apreció Pity. Sin grandilocuencia, bien de abajo. Sin grandes prolegómenos, un día empezó a resonar el eco de su chifladura, de sus canciones. Su nombre rumiaba, de lejos, en el ambiente. Recuerdo algunos amigos comentándome del asunto, de un loco así y asá. Me recuerdo cantando, con mi típica banda de la adolescencia: “Homero está cansado / come y se quiere acostar. / Vuelve al amanecer / y, entre diario y mate, / se pregunta cuánto más //.”
Y un día, muchos años después, me llegó una copia del disco de su banda Intoxicados: Otro día más en el planeta tierra. Y sobre este disco, principalmente, versa mi artículo.
Desde un principio sorprende la voz del Pity, en el primer track, contando un cuento de ciencia ficción. Al parecer, los “intoxicados” deciden de mudarse del planeta al ver “una actitud errónea” en el humano. Miles de años después, sin embargo, vuelven a la tierra. Y las canciones del disco nos narran acerca de sus experiencias en esta era dura y dramática.
Luego del inicio, o del regreso desde otros mundos, comienza la exploración.
El concepto del disco, vale decir, no sólo es poético o literario, sino también musical. Los temas, si bien responden a la estructura clásica (estrofa - estrofa - estribillo - estrofa - estrofa - estribillo - puente y demás variantes), acusan texturas sonoras de una opacidad interesante. Los teclados en colchón, los efectos de ambiente, las distorsiones. Todo configura un paisaje de sonido entre lo lisérgico y el caos. Y, no obstante la estructura clásica, como se dijo, de las canciones, los ritmos resultan variados (rock “cuadrado”, reggae, balada, rap, pop, instrumental, etc.). Estos ritmos y estilos otorgan soporte armónico y expresivo a la voz descarnada del Pity.
La estadía de los intoxicados, se anticipó, es en una era dura y en un planeta dramático. La poesía del Pity tensa la cuerda de lo marginal y narra, con urgentes versos, el drama urgente de la vida en las villas. El drama que une, en arco, la realidad de las calles (“la yuta transa / los chorros transan / los pendejos transan / los viejos transan //”) con la realidad incierta de lo existencial (“¿qué es verdad y qué es mentira? / ¿qué es el bien? / ¿qué es el mal? //).
En general, las letras cuentan historias. Microrrelatos del afuera y del adentro. Cuentos de la supervivencia, entre tiroteos y muertes y bandas que se matan; cuentos de peripecias domésticas y anímicas de un personaje incendiándose (“se prende fuego mi pelo / mi piano, mis discos, / la ropa y el perro. //”) Dialéctica de un artista: quemándose por dentro, mientras el mundo se incendia en la superficie.
Pero, cuidado. Nada es solemne en estas letras. La parodia cruza este día en las entrañas de la tierra. “Señor quiosquero” no es sólo una viñeta en solfa de la figura del chorro en acción, sino una burla mordaz y eficaz respecto de un estereotipo doble: el del chorro asesino, generador de pánico desde los medios de la derecha vernácula. Y, de forma inesperada, la caricatura se carga con el lugar común del chorro víctima y producto de la injusticia social y la desigualdad económica, ensalzado hasta el hartazgo por el progresismo y la izquierda. Este chorro es vago, roba porque no quiere trabajar, pero se cuida de no asustar al quisoquero que chorea.
Sin embargo, la apoteosis de lo paródico llega, sin dudas, en “Reggae para Mirtha”, cruel sátira de los almuerzos de la Señora. Sátira de lo que esos almuerzos, según la óptica intoxicada, representan: un banquete decadente donde prevalece la apariencia del lujo a lo descarnado del ser. Este reggae es casi un ejercicio teatral , con desopilantes monólogos donde Pity emula a “La Chiqui”. Desde el rito de contar quién la viste (“La peluca es de Soldán”, “Los zapatos, ¿adivinen de quién son?, ¡De Moris!”) hasta la presentación de la mesa de invitados (“tenemos al creador del rock barrial tipo countrie”).
Las chicas, las drogas, el fuego, las bandas, los márgenes, el amor; elementos dispersos en las letras, que la experiencia de la propia vida del poeta recoge y, alquimia mediante, transforma en canción. Arte y vida. Lo vimos por la tele, algunas veces: el Pity canta y compone como vive, al borde del caos. Habla de lo que ve: de la comedia humana, versión Villa Lugano. Y habla con el lenguaje, el argot de su tribu.
Un artista romántico es quien demuestra continuidad entre obra y vida. Y Pity lo es, sin dudas.
Tal vez por eso, porque el romántico anhela la infancia, los intoxicados, decepcionados por su día en el planeta tierra, lo concluyen entre niños. El tema final del disco, “duérmete niño”, es una plegaria y quizá una forma de redención ante una cosmovisión de dolor e incertidumbre: la infancia, retorno al origen, pureza. “No hay nada más importante / que mañana levantarse e irse a jugar / duérmete niño / yo estaré a tu lado / cantando esta canción //.”

INTOXICADOS EN LA RED

http://www.youtube.com/watch?v=gH32xVFnn8E
REFUNDACIÓN

Yo espero, en el borde del abismo,
la epifanía de la rosa
y su misterio.
Y surcan de lenta lava
las aladas presencias
la agonía de la tarde
y sombra,
confundida
con mi sombra,
teje la trama del universo.
Yo espero, de la jornada azul,
el beso que la devele,
desunda,
entre mis manos.
Y el surco, ahora piedra de fuego en el fondo
del río,
se desvanece en el llanto
de una cítara.
Acorde menor:
sueño, primera voz;
muerte, segunda;
vida, última.
Y mi sombra, que al universo
con su confusión creaba,
se desteje
sombría
en la estapa del todo
de la nada.