sábado, 20 de julio de 2013

SIGLO XXI

Pequeña bestia, pequeña mía,
¿quién sabrá sacrificar sus pupilas
y mirar desde tus pómulos?
¿Quién se animará a horadar
el vértigo de tus cartílagos?
Vuela sangre a mar,
marea cielo en vómito
por dos puertas, dos laberintos

Despierta, criatura, que ya despertaste
a los retoños y a los Silbidos,
a la rodilla del día y su sueño.
Mis huesos, podridos por el canto,
te esperan con una flauta. Un labio.
¡Recién nacido, recién nacido!
y escombros y víboras y yemas henchidas
y corderos en el umbral del laberinto

Si quiero renacer sin tus tumbas,
¿hago bien en celebrarte con otras hojas,
otras hierbas, otras lágrimas de Gigantes?
¿O la sombra férvida de tu Padre
me confunde al susurrarme que muere
y no vuelve?
Y en su voz vuelve, sí, la otra vértebra
de los muertos, de los suplicios, de las olas
  que no podemos dejar de silbar

Leche del alba, aurora invisible,
escapa de su prisión perfecta
y se promete la bella atroz sangre
del mar infinito o del borde sin rastro.
¡Recién! ¡Recién!
Pequeña bestia, pequeña mía,
¿sabremos sacrificar más pupilas

y mirar desde tus pómulos?