jueves, 3 de junio de 2010

DOCTOR HOUSE Y SU FILOSOFÍA

Jamás veo vidrieras. Es algo que me entristece y enfurece a la vez. No existe ni existirá peor plan para mí que acompañar a alguien a mirar vidrieras. Por lo cual es bastante común que, cuando deba andar por calles céntricas, me encuentre alienado en mis auriculares o en algún monólogo interior para aislarme del mundo de los locales de ropa, tecnología o cualquiera otro fetiche del estilo.
Pero es verdad que algunas vidrieras de ciertas librerías me distraen. ¿Tendré una zona de mi corazón gobernada por el consumismo? No sé. Sólo me reconozco - a veces - cayendo en la tentación de espiar esas vidrieras para ver algo interesante: quizá algún precio conveniente para un clásico, nuevas ediciones sobre historia del arte o cine, etc.
Y ayer, justamente, caminaba por la avenida Santa Fe y encontré una foto de Doctor House en una portada. El título me intrigó: “La filosofía del Doctor House”. No pude menos que sorprenderme. ¿Dos de mis pasiones - la susodicha serie y la filosofía – reunidas en un sólo libro? ¿Kant y House en un diálogo platónico, por ejemplo?
Me detuvo el precio: sesenta y nueve pesos. Algo imposible para mi actual economía.
Ya en casa, no obstante, me puse a pensar: ¿y si escribo algo movido por esas dos pasiones? ¿Si escribo mi propio artículo? ¿Cuántas veces procesé cuestiones filosóficas a partir de frases de House? Me bastaría con aplicar mi memoria emotiva, y las palabras brotarían por sí mismas.
Empiezo por confesar mi fanatismo por la serie.
(Cosa similar me sucede con Los Simpsons, pero a otro nivel. Ocurre que las distintas etapas de mi vida se pueden condensar con las peripecias de Homero, la lucidez de Lisa o los imparables gags de la serie de Groening.)
Con House me pasa algo puntual. Siento el deber de fundamentar con más solidez mi fanatismo. Siento que puedo dar rienda a mis pocas armas dialécticas para analizar este fenómeno - como dije - apasionante. Ahí va el intento:
No sé si habrán leído las novelas de caballería. Allí los personajes, envueltos en tramas de aventura, van demostrando un espíritu de heroísmo y un triunfalismo a todo prueba. Invictos de arduas batallas, se trenzan con enemigos despiadados y siempre salen airosos. El triunfo corona sus hazañas y se elevan al nivel del arquetipo, síntesis del héroe mítico y medieval. Este modelo se repitió a lo largo de siglos de epopeya en la narrativa.
Hasta que llegó el ingenioso hidalgo de la Mancha y nada fue igual.
El Quijote está loco. Y es torpe: pelea contra molinos de viento y ama a una prostituta. Su amigo es un gordinflón simpático, pero bastante perdedor. Su lugar de nacimiento ni siquiera merece ser recordado (“en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quisiera acordarme”). Sin dudas el Quijote cierra, con una parodia implacable, las pretensiones literarias de la epopeya caballeresca y abre los rumbos de la novela moderna.
Bien. La serie Doctor House es, respecto de las series de médicos (“ER emergencias”, por ejemplo), lo que fue El Quijote para las novelas de caballería. Es decir, su parodia y su definitiva superación. Nunca más podremos volver a ver una serie de médicos después de apreciar los códigos desplegados en la pantalla de Doctor House.
Aunque, si tuviéramos que definir esta serie, no podríamos clasificarla dentro de los parámetros usuales de “una de médicos”. Doctor House trabaja un registro del relato policial, aunque con otra envoltura.
Para comprender esto, recordemos que un relato policial tiene siempre:
a) Un enigma (crimen o serie de crímenes);
b) una pareja de detectives - por lo general, aficionados – que intentan resolver el misterio;
c) la creación de distintas hipótesis que postulen distintos sospechosos del crimen o crímenes;
d) un encadenamiento causal de las hipótesis que les permite a la pareja de detectives descubrir al criminal (es decir, un policial debe tener una resolución que sea, narrativamente, también una revelación).
Doctor House hace los siguientes retoques a este esquema:
El crimen (enigma) es una enfermedad que acusa a un paciente; los detectives son un grupo de médicos del departamento de Diagnóstico, comandados por Gregory House; las distintas hipótesis barajadas son diversos posibles diagnósticos que expliquen los síntomas padecidos por el paciente; por último, el encadenamiento de las hipótesis resulta el descubrimiento de la causalidad de la patología y su consiguiente diagnóstico clínico.
Pero hay más cosas en común entre Doctor House y la tradición de los policiales. En especial – se ha dicho, razonablemente - con Sherlock Holmes. Veamos.
Por ejemplo: el nombre House, como el de Holmes, empieza con hache. Holmes, como House, es músico. Como Holmes con Watson, House tiene un amigo y secuaz cuyo nombre empieza con doble ve: el entrañable cardiólogo Wilson. Y, sobre todo, Holmes y House comparten una mente inmersa en la embriaguez deductiva. Una mente ávida que encadena y coteja y desmiembra hipótesis, descubre conectores lógicos entre los acontecimientos y no se detiene ante las dificultades.
No obstante, existen algunas diferencias.
Después de todo, Holmes comparte un rasgo con cualquier héroe policial: el ser un heraldo de la ley. El contribuir al orden general. Cuando el héroe de los policiales descubre al criminal, permite restablecer (un poco) el (supuesto) equilibrio social. Su sagacidad y rigor hacen de la justicia algo realizable.
En cambio, Gregory House desprecia las normas y las leyes: su búsqueda es más profunda.
A House le interesan otras leyes.
Las leyes de la causalidad, por ejemplo. El secreto funcionamiento detrás del caos de los fenómenos. A House le interesan las causas, los fundamentos de lo que sucede, las complejas leyes del universo. Él adopta el principio de razón suficiente: todo tiene su causa. Y está seguro de que, lo real, tiene un sentido, es decir, el viejo lema de Hegel: lo real es racional y lo racional es real. House firmaría esa frase, estoy seguro. Si hubiese que encontrarle una posición filosófica, sería la de un positivismo lógico, en cierta medida, matizado con una cuota de dogmatismo cientificista y racionalista (House cree en el poder de las ciencias contra la fe, cree sólo en evidencias y en aquello que se puede explicar - y según su prédica todo se puede explicar -).
Y, a pesar de eso, este doctor no es sólo mente.
Si debe poner el cuerpo, lo hace y sin dudar. Arriesgó su vida tantas veces (electrocutándose, poniendo su cerebro bajo peligrosísimos estímulos, etc.). Los héroes del policial clásico - de Dupin a Isidoro Parodi - resuelven sus crímenes según el método geométrico: descubren al asesino como se demuestra un teorema. El Parodi de Borges y Casares usa su deducción desde una cárcel. House, en cambio - cuando es necesario - se embarra en la experiencia y contrasta sus hipótesis con su propio cuerpo.
En otro sentido, House se asimila más a los héroes de los policiales negros: no teme caer en la ilegalidad cuando se trata de descubrir sus enigmas. Como dije, a él le interesan otras leyes.
Este racionalismo, este deductivismo profesional se combina con una personalidad oscura y compleja. Gregory es escéptico, sarcástico. Descree de sus pacientes, le importan un bledo las buenas costumbres (no saluda, consume prostitutas y lo confiesa) y vive en soledad. Drogadicto (la sustancia es Vicodin, que le calma su eterno dolor en la pierna), su relación con el resto de los humanos es siempre dura. Cualquier acercamiento a él resulta traumático. La doctora Cameron, su ex mujer, la jefa del hospital Cuddy y hasta el pobre de Wilson, salen heridos. Todo encuentro humano para él es desencuentro. Todo afecto, un obstáculo para su vocación.
¿Hablará de esto el libro que vi en la vidriera? ¿Hablará del profundo ateísmo de House? ¿Hablará de su incompatibilidad con eso que algunos seres humanos llaman - creo – “felicidad”?
House me recuerda por qué los héroes negros son los únicos que pueden aspirar a una universalidad.
En un tiempo donde nos proponen a un imbécil millonario como modelo de identificación; en una época donde una raquítica en una pasarela y un boxeador semianalfabeto son ejemplos a seguir, llegó House, con su rigor, talento, oscura vida y escepticismo.
Llegó para barrer los lugares comunes que, tanto las series como las telenovelas y los noticieros y programas de chimentos (bah, el sujeto comunicacional entero), nos pretenden imponer.
Doctor Huose vuelve a dar valor a la razón, al poder de la duda, a la ironía, a la complejidad de los seres humanos y a cierto pesimismo que es un faro de lucidez frente a tanto optimismo impostado en nuestros medios y series.