lunes, 27 de junio de 2011

POEMA PARA KANT



El filósofo camina en la tarde


gris de Koenigsberg. En las calles


hay un borde de neblina, en los cielos


un reloj -vacío, la luna en fuga-.


El filósofo anciano observa y piensa:


“Si fueran otros los ojos que miran,


si distinto fuese el entendimiento


humano, las calles sin extensiones


se perderían. El reloj de arena


se ablandaría -vil- sin tiempo. ¡Oh, sol


de Copérnico, pálido, que encandila!


No es el sujeto espejo del objeto;


es el objeto, espejo del sujeto.”


El hombre gris se detiene, asombrado.


No da crédito a su pensamiento


por temor a verse -“alma mía en agua”-


en el agua de los ríos (en ríos


donde Heráclito vio nuestra fuga).


Su alma, como la ceniza, se pierde


en vastas vanas especulaciones


de la razón pura triste e impotente.


Y Dios y la libertad, insondables,


se van para volver en el crepúsculo


de la ley moral sublime y bella.


El filósofo camina en la noche


trascendental del saber. Imanuel Kant


ya se ha ido. Un poeta, lejos, lo nombra.



1 comentario:

  1. muy buen poema en homenaje al filósofo idealista alemán, que lejos está de ser santo de mi devoción, pero al cual no puede negarse su importancia.

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