lunes, 8 de marzo de 2010

CHINCHÓN Y ETERNIDAD

Partida de chinchón. La cosa se pone entretenida y los jugadores deciden modificar una regla: el que llega a cien, en lugar de perder, se reintegra con el siguiente puntaje más bajo.
X cae en el pozo de los cien puntos, pero gracias al cambio propuesto se reintegra con el puntaje de y.
Pregunta: ¿Cuánto durará esta partida, a partir de la nueva legislación?
Hasta lo infinito, eternamente.
La eternidad es un partido de chinchón en el que nadie alcanza los cien puntos. La gracia del juego es ser mortal: sólo una raza de inmortales jugaría con esta regla absurda. Para jugar al chinchón (o a la vida) hay que morir. A los inmortales no debería interesarles ningún juego.
Odiseo rechazó la inmortalidad ofrecida por la diosa Cirse convencido de que era preferible morir en su patria, con sus seres queridos, antes que la vacía inmortalidad que una diosa enamorada pueda ofrecer.
Si, tarde o temprano, nos queda la muerte por delante, mejor intentemos ganar la partida: busquemos el conocimiento, el amor, el azar.
Ahora, si algunos nos proponen reintegrarnos en la infinita partida de un chinchón sin sentido, no nos engañemos: su eternidad es una nada peor que la muerte.
Sin la muerte por delante cualquier acto es absurdo.

2 comentarios:

  1. No suelo fijarme tanto en las letras de las canciones, pero cuando leí el parrafo que usted tan bien explica, recordé la siguiente partecita de una canción, que dice: "...la muerte será un adorno que pondré al regalo de mi vida..."

    Es eso la muerte, lo que evita el absurdo de nuestro paso, lo que nos obliga, en cierta forma, a dejar una huella (cualquiera sea esta).

    Un gran abrazo, Victor... usted, además de artista es un excelente pensador.

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  2. Ah, lo olvidaba... mantengame al tanto de cuando sale a la venta "cabritos a sacrificio", y donde puedo comprarlo. ¡Gracias!

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