yerbas culturales
19.20 Hs.
A pesar de la hipotética infinitud del universo, apenas nos atrevemos a nombrar unas pocas palabras en referencia a él. Palabras. Bah, meras combinaciones, frases meras muertas. Y las repetimos en nuestra - monótona - vida.
¿Y no nos atrevemos a vivir cuantas vidas nos sean posibles?
No. Nos preocupamos por cosas fútiles: el trabajo, el dinero, las leyes. Buscamos tranquilidad y seguridad, cuando la realidad pareciera inscribirse en el género de lo fantástico, del relato de aventura lleno de peripecias y cosas increíbles.
Pero no.
Vivimos en el sacrificio por sostener las inmensas, solemnes y perimidas ficciones de la humanidad: tradición, familia y propiedad.
Optamos por el realismo ingenuo, las narraciones lineales, el género del drama burgués.
19.40
Suponemos: el homínido naciente no tendría otra opción que ingresar en el mundo del hombre y quedar atrapado para siempre en él. La infancia es eso: un lento introducirse en garras.
Ya desde pequeñitos nos educarán para que sepamos con la espada, con la pluma y la palabra, defender la cultura en la particularidad de la época y geografía que nos tocan.
¿Suponemos?
No hay elección posible. Ese parece el destino.
19.45
Y lo que nos rodea, la supuesta realidad, en apariencia necesaria y absoluta, resoluta una contingencia histórica vestida con el esmoquin de lo eterno, cuyo juez resulta el amoroso sentido común.
(Sentido común: al menor de los análisis, se descompone como los objetos en los cuadros de Picasso.)
Y más aún: si la antropología tiene razón y el primitivo animal devino hombre en su lucha por la supervivencia y creo así la Cultura como refugio contra la intemperie de naturaleza; hoy en día la lógica de la supervivencia se invierte y estaríamos, con nuestro cuerpo y nuestra vida, sosteniendo la supervivencia de las abstracciones más brutales de la cultura y la humanidad: el Estado, la Nación, la Patria, el Orden.
Y defenderíamos también la supervivencia de un ente estrella, cuya sangre joven no deja de brotar de nuestros cuellos: el Mercado.
Verdades autorreferenciales y demagógicas cuya manipulación semántica y política sirve para sustentar, una y otra vez, este estado de cosas opresivo.
Qué clara es su postura, su pensamiento, y puede compartirse o no, pero es clara y eso es verdaderamente importante.
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