EL LIBRO MÁGICO
Sucede, en un principio, en una estación de tren.
Él tiene la sensación de que los pasajeros se marcharon hace instantes.
Palpa en el aire sus murmullos, sus conversaciones, sus dudas. Pero no hay nadie.
Apenas la luz nocturna hermosa. El cielo recortado de unas cúpulas y lleno de estrellas calientes.
Él se sienta en uno de los bancos. No hay extraños para pedirles cigarrillos. Sólo hay salidas por todos lados. Puertas que dan a jardines. Molinetes que separan vías de tierras quemadas. Espejos tras los cuales se erigen baños en formas de laberinto. Mapas de ciudades imaginarias y tanto más.
Félix lo intuye. Y siente a su lado sentarse un hombre. Un hombre con una bolsa.
- Ya sabés mi nombre y, sin embargo, ¿qué? - le dice.
Por momentos, su cara se troca por la imagen de un dragón.
- Traigo un libro mágico. Lo escondí en las bolsas para no despertar sospechas.
- “Libro mágico”... ¿se trata de un género?
- Se nota que sos escritor – le dice el hombre de la bolsa.
Félix quiere un cigarrillo. Se le nota. Mira al hombre y el hombre no lo entiende. Tiene barba ajada y manos chiquitas. Viste en harapos.
Y el cielo tiene un color azul demasiado cruel.
- Cuando leés los versos de este libro en voz alta, la imagen, la metáfora, la descripción o lo que sea... todo se materializa – dice el hombre.
- Entonces es un libro de poesía - dice él.
El hombre lo mira con desprecio y lástima.
Busca entre las páginas. Lee para sus adentros, ávido.
- “Venecia completamente hundida.” – dice, en voz alta.
Ahora se encuentran en una ciudad de agua. Flotan y ven hundirse, en cámara lenta, los edificios. Gritos de horror y pánico.
- ¿Sigo? – pregunta el hombre de la bolsa, aferrado a su bolsa para no sumergirse. Recita, sereno: - “Pasa un zapato de charol negro, enorme, de taco altísimo. Féretros envueltos en terciopelo rojo se mecen en el agua, como góndolas”.
El zapato de charol negro cae del cielo y flota. El hombre de la bolsa ofrece su bolsa y se aferra al taco altísimo. En tanto, Félix se aferra a los féretros y siente mecerse, abandonarse como si el agua fuera una caricia.
- “El cementerio es esta isla amurallada”.
Ahora pisan la hierba de un jardín. Hay lápidas y es de tarde.
Félix piensa: “El libro mágico confunde una afirmación disfrazada de comparación con una afirmación a secas o sentencia”.
- Dejate de estupideces - le grita el hombre de la bolsa y prosigue: -.“No hay nadie más que yo, hileras de camisas con corbata (siempre en tono gris), manos que salen de la tierra. Si uno levanta una de esas manos, aparece una mujer en vestido de otra época…” – en ese instante, el hombre desaparece entre las lápidas. Y con el hombre, desaparece su bolsa y su libro mágico.
Las camisas con corbata están en una hilera sobre el aire.
Hay manos saliendo de la hierba.
Una mujer sin cara desde el horizonte.
Pero todo queda petrificado.
El viento se detuvo. Los pensamientos de Félix se quedaron en un punto. Las manos de la tierra están congeladas.
El propio mecanismo del libro encierra todo en una eterna inmovilidad.
Escritura profesional. Denota años de lectura en cada frase.
ResponderEliminarDiálogos contundentes y atractivos. La fantasía presente. Y un personaje fetiche que pide pista desde "El infierno son los otros". Si bien es claro que hablamos de distintas bolsas.
Dupont y sus descripciones certeras te trasladan al lugar. "El libro mágico" es un pasaje a Venecia sin escalas. Sólo hay que saber leer.