FUTUROS DESIERTOS
Comencé a amarte en una iluminación, durante el último verano. Fantasmas, panteones, olores y el beso precoz del incendio. Así la cosa.
Está claro. Todo es un engaño: somos la imagen de un dios en miniatura.
Y yo, como una mecha, te beso en la arena -¿te acordás?- y me dejo arrastrar por ese soplo, no sé si lo recordás, de aquella tarde.
Después de todo: fue en el último verano.
Entonces el mundo daba munición a sus criaturas: metales, pólvora, rosarios, bellas encuadernaciones y bellas fórmulas matemáticas. Y yo, futuro o desierto, me hice inmenso como un incendio para amarte una vez, la última vez: después no habría más veranos.
Era el último, te lo dije.
Comencé y aún no he terminado: todavía me guarda un talismán el secreto de las cortezas y de los pantanos. Pero, bueno, detengámonos: no quiero más municiones. Una frase hecha puede erigir una torre inhabitable.
Futuros desiertos.
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