viernes, 16 de diciembre de 2011

ACTUALIDAD

ENTRADA: CRIMINOLOGÍA MEDIÁTICA

    No exagero: es la primera vez que me siento a escribir sobre un tema de repercusión masiva. Desde mi tierna y cruel adolescencia decidí desinteresarme de los temas interesantes, mantenerme apartado de las charlas sobre las cuestiones de lo que podríamos llamar, sin temor a la hipérbole, la res mediática. Parodiando su jerga, digamos, opté por desarrollar mi propia agenda y, hasta ahora, la cumplí con rigor. Este blog podría ser una prueba de ello.

    Pero, en estas semanas, al azar se le ocurrió empapar los medios de historias y tramas muy afines a las temáticas y reflexiones de mi pensamiento. En fin, que dos paralelas, por fin, se toquen: hablaré del caso Marcelo Tomaselli.

    Para violar -sin ironías, che- los procedimientos de una buena redacción periodística, evitaré todas las referencias y cronologías de los hechos (remito al lector a cualquier noticiero). Me centraré en la brutalidad de un crimen cuyo desenlace parece sólo entenderse como la conclusión de un epílogo salvaje de venganza, mezcla de trama familiar y locura pasional, ópera italiana o comedia musical bizarra.

En principio, sorprende descubrir un giro en la llamada criminología mediática (dixit Zaffaroni): tras años y años de bombardeo al respecto de casos de "inseguridad" (viejitos masacrados, burgueses asaltados en la puerta de un banco, niñitos violados, etc.), que provocaban en los interlocutores la sensación de habitar una jungla llena de drogadictos en beligerancia, de asesinos crueles, violadores desaforados, limpiavidrios perversos, nenes de diez años en los limbos del paco, etc.; luego de este escenario, se operó un giro siniestro - y como dijimos sorprendente - en esta narratología criminológica. Ahora se trata de homicidios en el seno de familias. Escuchamos relatos sobre seres que, tras lavarse los dientes para ir a trabajar, violan y asesinan a un hermano, cosen a puñaladas a su mujer o se embarran el pecho de sangre en una orgía de muerte y vejaciones, entre el cadáver de su cónyuge y sus amigas.

Con la hipótesis de la inseguridad, teníamos cubierta la razón suficiente y el consiguiente diagnóstico para dicho género delictivo: endurecimiento de las penas, superpoblación policial en calles (tesis de la derecha); mayor intervención del Estado para sanear lo que es producto del hambre y la desigualdad (tesis del progresismo).

Sin embargo, frente a casos como los de Marcelo Tomaselli (o del benemérito Barreda) estas ideas se desvanecen. A ver: Tomaselli violó a su novia, lo encarcelaron y lo liberaron. Después, convenció a su novia para casarse. Se casó. Y después la liquidó. Con las manos ensangrentadas, emergió tras el crimen cantando una canción (improvisada por él) y sentó a su hijo en el regazo, pidiendo a su madre un beso antes de irse. El detalle de la canción pincela una escena con un siniestro toque bizarro, que recuerda a la comedia musical Sweeney Todd.

El caso Tomaselli ilustra con maestría la modulación operada por la criminología mediática. Los relatos sobre inseguridad, enmarcados por la astucia de los montajes, inducían con facilidad que estos problemas se resolvían con mano dura. El propio lenguaje de su presentación enunciaba el mensaje.

Con estos nuevos crímenes, el sabor parece bien distinto: el ser humano mata por gratuidad, por celos, venganza o –estoy seguro- por tedio. Ya no podés morir asaltado en la esquina de tu casa, sino en manos de tu propio cuñado (lo cual parece mucho más realista que la paranoia con los chorros).

PLATO PRINCIPAL: VENGANZA

Pocas cosas hay más persistentes en el alma humana que la venganza. Como bien lo saben los fanáticos de Pablo Echarri, El Conde de Montecristo nos da un ejemplo de que la venganza puede ser el motor principal en la vida de un hombre. También los admiradores de Mick Amigorena sabrán que esta diosa insaciable está en el corazón de Hamlet. Los cinéfilos no olvidarán El Padrino y los cultos a Rigoletto (la lista puede seguir). Pero, para quienes no miran telenovelas ni leen libros ni van al cine o a la ópera, todavía les queda una ventana para descubrir el poder de la venganza: miren hacia dentro, un poquito no más, y la descubrirán al acecho.

Tomaselli, un Edmond Dantés argento, planificó su venganza y la ejecutó con maestría. Se disfrazó, como el Dantés de Dumas, en reiteradas ocasiones: frente a los jueces, con la ropa del arrepentido para ser liberado; frente a su víctima, con la vestimenta del hombre equivocado dispuesto a convertirse en esposo leal. Y suponemos, también, que se disfrazó de hijo dulce frente a su madre. Pero detrás estaba la diosa de los platos fríos.

     No hay caso. Por más que se predique contra la venganza, lo cierto es que parece mover los hilos más sutiles del corazón humano. Uno de sus más insospechados críticos, Nietzsche, escribía:

"El espíritu de la venganza: amigos míos, esto fue hasta ahora la mejor reflexión del hombre; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo".

El hombre ha vivido y reflexionado en torno a la venganza. El sostén de sus actos ha sido la venganza. Y allí donde sufrió, impuso castigo. La venganza se apresa a lo que quiere vengar, se detiene allí para hacer sufrir. Dice Nietzsche:

"Venganza contra el tiempo y su fue.

"La justicia misma consiste en aquella ley del tiempo según la cual tiene éste que devorar a sus propios hijos: así predicó la demencia."    

La venganza y su parentesco doble: con Dantés y su capacidad de travestirse (en justicia); con Cronos y su canibalismo filial. Esta es la perspectiva de Nietzsche, uno de los más inesperados críticos del espíritu de venganza.

    A tal punto Nietzsche es radical en esto, que Heidegger detecta por esta línea el verdadero puente hacia el superhombre. Cito al filósofo nazi:

    "El pensar de Nietzsche piensa en vistas a la liberación del espíritu de la venganza. Su pensar quisiera servir a un espíritu que, como liberación de toda ansia de venganza, precede a todo mero hermanamiento, pero también a todo únicamente-querer-castigar, a un espíritu que es anterior a cualquier esfuerzo por la paz y a toda actividad bélica, fuera de los límites de un espíritu que quiera asegurar y fundamentar la paz por medio de pactos."

    Y, más adelante, cita una frase de Así habló Zarathustra, perteneciente al discurso La gran nostaliga, para confirmar su tesis:

"Que el hombre sea librado de la venganza: esto para mi es el puente a la más alta esperanza, y un arco iris después de las largas tempestades del tiempo".

    Un último ejemplo. En una de sus últimas novelas, A quien corresponda, Martín Caparrós idea un personaje ex militante de los setenta, Carlos, desencantado y rabioso y enfermo, en perpetua y catártica verborrea por el fracaso de su generación (también atraviesa un amor con una mujer mucho más joven que él, en diálogos que ofician de antítesis perfecta para contrastar dos generaciones antagónicas, la de los setenta y la actual). Sus ex compañeros y amigos viven sus vidas burguesas, incluyendo al infaltable miembro del gobierno que lo quiere convencer a él de la mejoría de las cosas, de lo necesario de los juicios a los represores, etc. Este personaje constituye un elemento central de la narración: en muchos de sus diálogos le explica a Carlos de lo importante de buscar justicia, de que, en estos tiempos, es posible otro camino, el de la democracia, etc.

    Carlos dice que necesitó olvidar. Y que ese olvido, el único lazo posible que construyó con la desaparición de Estela y de su hijo, porque ella le había revelado poco tiempo antes su embarazo, fue la idea de la venganza. Pensaba, pensó, que lo único que haría al respecto sería, alguna vez, en algún momento, vengarse de sus asesinos.

    Y otra vez el motor de la narración y de la vida de un personaje: la venganza. No necesito adelantar más detalles, sólo arruinar el final para quienes no leyeron esta novela. Carlos no da con un asesino directo, pero sí descubre el dato de una persona siniestra que, casi con seguridad, estuvo bendiciendo –ya nos imaginamos cómo viene la cosa- a los torturadores del centro clandestino donde torturaron a Estela, su mujer.

Como Tomaselli, como Hamlet, Carlos ejecuta la venganza con un cuchillo (puñal) y el cura es asesinado de manera despiadada.

    Ninguna reseña de esta novela hizo notar la siguiente dimensión: ¿y si la justicia no alcanzara para remediar la tragedia? En Caparrós no parece haber la identidad entre justicia y venganza que se desprende de Nietzsche, sino el exceso del trauma y la historia en el cuerpo, las pústulas de un tajo que no se remedia con la acción de las instituciones. La justicia, en esta perspectiva, sería el arma del Estado para reasegurarse la pulsión de la venganza de los ciudadanos y compensar, simbólicamente, a quienes fueron víctimas de sus propios crímenes en el pasado.

    Incluso hay una dimensión más trágica en el Zarathustra de Nietzsche a este respecto: Si, donde hubo sufrimiento, hay castigo, entonces el castigo y el sufrimiento son una cadena que anuda la venganza. Lo que nos lleva a pensar a la humanidad tejida por las cadenas de dicho espíritu. A la vez, si el eterno retorno predica el devenir, lo que deja de ser perpetuamente; la venganza, en cambio, fija el devenir en la eternidad de los castigos. La venganza está detrás de esta cadena que impide, en la voz de Zarathustra, la esperanza.

    Pero, para muchos, la esperanza es vengarse. Construir su vida en torno a ella y así, hacer de ese acto el crimen redentor. Hay quienes no piden perdón (Raskólnikov y Dantés se arrepintieron). Y, más allá de las especulaciones morales o metafísicas, ahí los tuvimos a Tomaselli, a oscuras, en la conclusión de su plan, para seguir encadenando a la humanidad - podría decirle Nietzsche - en la humanidad.

jueves, 24 de noviembre de 2011

RELATIVISMO DEMOCRÁTICO

    La liviandad o liquidez de nuestros tiempos democráticos y tolerantes está al día. Imposible resulta el arte de la disputa intelectual
cuando, con menos argumentos que entusiasmo, nos pretenden hacer entender – solemnemente- que todo es relativo.

    Darían lo mismo la izquierda, la derecha, el contrapunto, el reggaetón, el teorema de Pitágoras, la geometría egipcia, el fundamentalismo islámico, el fútbol, la literatura, el cine porno, Kurosawa, etc. Se trataría todo de una cuestión de gustos: la sutil trama sinfónica de Mahler tendría el mismo valor estético que una comedia musical de Cibrián-Malher, si algún idiota lo pretende; asimismo, un jefe de Estado pragmático, asistido por la urgencia de la coyuntura, diría que es lo mismo el intervencionismo o el librecambio si es para mejorar la vida de "la gente". Como así también, puesto que la tolerancia debe imperar, es menester aplaudir las ablaciones de clítoris, por ejemplo, como prácticas culturales autóctonas. Y, so pena de no ser tachados de antisemitas, no debemos repudiar la espantosa circuncisión o, intolerantes de primera, tampoco podremos decir nada de los patéticos cultos evangélicos o la pésima literatura de Cohelo.

    Tratemos de desmontar el perverso mecanismo de los tiempos del relativismo democrático.

Empecemos por la temeraria afirmación:

    Todo es relativo

    Podemos refutar este enunciado con facilidad. Su estructura lógica es idéntica a la llamada "Paradoja del mentiroso". Supongamos la frase:

    Estoy mintiendo

    Es evidente que: si afirmo que estoy mintiendo, y ello es verdad (es verdad que estoy mintiendo), entonces no estoy mintiendo.

    Estoy mintiendo     No estoy mintiendo

    La paradoja es aplicable al enunciado Todo es relativo. Puesto que, si todo es relativo, entonces hay algo que no es relativo: que todo es relativo.

    Todo es relativo No todo es relativo

    Bueno, pero supongamos que un relativista democrático, tolerante y multiculturalista, nos dice: no, no es que todo sea relativo. Es que no hay verdades. Bien, le contestamos. Y tomamos su enunciado:

    No hay verdades

    Sucede lo mismo. Si no hay verdades, entonces hay una verdad: no hay verdades.

    No hay verdadesHay verdades

    El problema es bien otro. El problema es el siguiente: hay verdades.

En esto, pocos filósofos hay como el francés Alain Badiou, quien, contra la sofística académica y la corrección política imperantes, lleva a cabo un trabajo desde el pensamiento y su militancia bajo el presupuesto contrario. Esto es: hay verdades.

    No nos interesa aquí desarrollar los complejos argumentos de este pensador. Sólo mencionemos que la verdad es un procedimiento genérico, procedimiento portado por un sujeto, sujeto que interviene localmente en un mundo donde el saber ha sido excedido por un acontecimiento. Esto, entre riquísimos matices, nos anuncia lo siguiente:

  1. No ha muerto el sujeto (no ha muerto el hombre).
  2. La verdad no es un enunciado universal. Pertenece a un ámbito local (Badiou señala: la política, el arte, el amor y las ciencias).
  3. La verdad es un agujero del saber (puesto que depende de la intervención de un sujeto en los sitios de un acontecimiento).

Ahora bien, nuestro astuto interlocutor relativista democrático nos interpela: ustedes dicen, en el fondo, que hay una Verdad. Eso se parece –prosigue- a los peores monoteísmos.

Pero no nos engañemos, le podemos contestar. No hay verdades no quiere decir: Hay una Verdad. Pensar en una Verdad es imposible. No existe el Todo. Veamos esto, amigo relativista.

    El Todo debe tener, para ser Todo, la propiedad que su nombre ostenta. El Todo debe pertenecerse a sí mismo. Porque Todo, incluso él, le pertenece. Digamos, se autopertenece. ¿Me sigue?

Entonces le pregunto a usted, mi interlocutor audaz: ¿puede un conjunto pertenecerse a sí mismo? O, mejor: ¿puede un conjunto ser predicado de sí mismo?

Supongamos, primero, que sí. En efecto, un conjunto P que es predicado de sí.

Ahora, si P es predicado de sí, entonces P es subconjunto de P. Tenemos al conjunto P como subconjunto del conjunto P. Imposible. Convendrá conmigo, amigo relativista, en estos ejemplos: el conjunto de manzanas que guardo en la heladera no es, en sí mismo, una manzana. El conjunto de los números naturales no es, en sí mismo, un número natural. No es posible la autopertenencia de un conjunto.

Por lo tanto, no existe La Verdad. No existe el Todo. Y, si La Verdad y el Todo llevan por nombre teológico Dios, podemos decir: No existe Dios.

Y, de yapa, tenemos otra verdad. No existe Dios. Lo contrario de lo que usted me decía. Le respondemos y damos por concluido el asunto.

Resumiendo: no debemos desalentarnos a la hora de defender posiciones. El relativismo de nuestros líquidos tiempos democráticos es falaz. La predicación de una lengua tolerante y banal no debe opacar la valentía de proclamar que hay verdades (y actuar en consecuencia). El peor aspecto de la democracia es pretender que todas las opiniones son válidas. Y, lamentablemente para sus predicadores, esto no es así. Una opinión es una opinión.

Las verdades no tienen nada que ver con las opiniones. Y eso resulta muy alentador.

sábado, 24 de septiembre de 2011

CONTRA LA RUTINA

    Hace varios días me hago esta pregunta: ¿cesará, de una vez por todas, la fascinación por la vida privada?

Y nótese que no me refiero a la vida privada de los famosos (solamente), sino al fenómeno, más amplio, de una parte mayoritaria de la población que, gracias a las denominadas "nuevas tecnologías" y redes sociales, pareciera fascinarse por contar o mostrar en fotografías sus aburridos viajes, sus aburridos eventos, sus aburridas existencias.

    Los diarios de Cristóbal Colón podrían tener su interés, por motivos obvios. Pero imaginarme al conquistador publicando en Facebook un álbum llamado "Las indias", con las fotos (mal encuadradas, mal iluminadas) de los indígenas; imaginarme eso ya me aburre. De hecho, si Colón hubiera tenido Facebook no nos deleitaríamos con estas deliciosas descripciones de los nativos: "Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que fallan. Y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz."

    Las redes sociales y la mayoría de los blogs confirman la hipótesis de un realismo biográfico, ajeno a todo interés literario o poético. Que, ¡puta!, eso hace atractiva una vida. Su capacidad de creación. Su inventiva. Cómo se la cuenta. Si Colón no se hubiera esforzado en los retratos y descripciones de sus diarios, si el Che Guevara no se hubiera esmerado en datar sus textos bajo diversas estrategias literarias, y sólo hubiesen publicado fotografías y frases en sus muros, nada de sus dichos tendría sentido.

La mayor parte de nuestros blogueros actuales y los adherentes a Facebook reproducen, de un modo banal, la repetición infinita de la rutina. Y la sensación es de una irremediable melancolía: todos vivimos más o menos igual. Tenemos, más o menos, los mismos gustos, horarios, trabajos. Duplicación monstruosa de lo rutinario, multiplicación letal de su estupidez constitutiva.

Así como el realismo burgués decimonónico o el realismo socialista estalinista, el realismo biográfico digital parte de una cosmovisión sesgada. Así como el realismo burgués suponía que lo real era lo visible, que la forma de capturarlo debía ser dentro de la estructura de una narración lineal e inteligible; así, los adherentes al realismo biográfico digital creen que contando, simplemente, lo que ellos consideran su vida y mostrando, simplemente, lo que ellos consideran las imágenes de su vida, en efecto, estarán representando, con fidelidad, su vida. Y dejan afuera lo más importante: los sueños, los delirios, el sexo, la trama inconsciente, etc. Lo importante es decir todo aquello imposible de ser fotografiado o notado a partir de la filiación a un club de fútbol o grupo de seguidores de una serie de tevé.

Incluso quienes gritan ¡yo!, ya están en la trampa. El yo es un espejismo, amigos. El yo, con el cual se inicia el lenguaje de lo íntimo, es también un Otro, fantasmal, que nos habita. Así las cosas, los narcisistas, los ególatras, los pretendidos malditos, egomaníacos y demás, están condenados al fracaso porque la época les devuelve la falsedad por ellos anhelada.

Podría inferirse, sin embargo, que este análisis llevaría al mutismo absoluto. Si nunca podemos hablar más allá de nosotros mismos, cerremos la boca y listo. No estaría mal, pero ésa no es la respuesta.

En realidad, se trata de defender de la posibilidad artística del lenguaje, de la ruptura, y no la afirmación, con lo cotidiano. De dejar entre paréntesis nuestra vida privada y permitir la emergencia, desde el silencio o lo absoluto, de lo poético.

"Estaba clareando ya cuando me despertó el ruido de unas garras que arañaban la puerta. Alberto a mi lado era todo silencio aprensivo. Yo tenía la mano crispada sobre el revólver gatillado, mientras dos ojos fosforescentes me miraban, recortados en las sombras de los árboles. Como impulsado por un resorte felino se lanzaron hacia delante, mientras el bulto negro del cuerpo se escurría sobre la puerta. Fue algo instintivo, donde rotos los frenos de la inteligencia, el instinto de conservación apretó el gatillo: el trueno golpeó un momento contra las paredes y encontró el agujero para irse rebotando entre los árboles. El austriaco venía gritando con la linterna encendida, llamándonos desesperadamente; pero nuestro silencio tímido sabía su razón de ser y adivinaba ya los gritos estertóreos del casero y los histéricos gemidos de su mujer echada sobre el cadáver de Boby, perro antipático y gruñón."

lunes, 5 de septiembre de 2011

EXISTENCIALISMO Y ESOTERISMO

Según el existencialismo, la existencia precede a la esencia. Así lo dice Sartre: "Comenzamos por existir, y luego nos definimos". O, mejor: "Somos el resultado de nuestros actos".

El hombre, en efecto, sería la totalidad - inabarcable, compleja - de una serie infinita de empresas, pasiones, fantasías, amores, etc. Y estaría - siempre si seguimos en este pensamiento - condenado a construirse, tejerse y deshilacharse, como versa la expresión futbolera, "paso a paso". Digamos, también, minuto a minuto. El hacer vertiginoso se detiene sólo en el muro de la muerte. La Parca, la infranqueable Parca, resulta el límite esencial donde quedará fijado "lo que somos, en la modalidad de lo que fuimos".

De esto, se extrae una consecuencia:

Hasta la muerte vivimos en perpetuas proyecciones, en permanente estado de arrojo, contradicción, acción, contemplación. Nuestra esencia jamás se fija. Mejor: nuestra esencia es nuestra existencia. Dinámica, abierta, nunca cerrada como la piedra y el río. Nuestra esencia se completará sólo cuando nuestra vida acabe. Cuando dejemos de ser. Con lo cual, el pobre de Sócrates se equivocaba al sugerir que nos conociéramos a nosotros mismos. Nuestro ser se nos escapa, perpetuamente. Somos extraños, ajenos, desconocidos. Si queremos la sabiduría, nos queda el limbo de la ignorancia.

    Supongamos, sin embargo, que tenemos un impulso, y pensamos: "El único ser que podremos conocer en su esencia es el de un otro muerto. Ante un muerto tenemos el mosaico de su vida acabada, sin más. Poseemos, ante nosotros, el paisaje de su existencia cerrado." Ingenuos, nos lanzamos en busca del ser de un muerto, vamos tras sus rastros, tras sus huellas, sus textos o cartas o mails.

    Descubrimos que es inútil.

Después, supongamos que morimos.

Entonces otro repite nuestro inútil trabajo, pero nos busca a nosotros mismos (en nuestras huellas, textos o cartas o mails). Supongamos que muere.

Entonces otro repite su inútil trabajo, pero lo busca a él mismo (que nos buscó a nosotros en nuestras huellas, textos, etc., que quisimos conocer al muerto… y así, ya se sabe).

    Al grano: el problema de los muertos es que siguen existiendo.

    Los muertos galopan en el tiempo del psiquismo. Dicen los supersticiosos: vuelven al recuerdo por vía del alma. Dicen los supersticiosos de la neurología: son revividos por las zonas del sistema nervioso central encargada de la memoria.

Podríamos aventurarnos a pensar que los fantasmas no necesitan materializarse para ser (como sucede en las alucinaciones), puesto que se dan en el tiempo psicológico, tiempo cuyo substrato es el cuerpo orgánico y biológico (si adoptamos el enfoque dualista: separaremos las sustancias de la mente y del cerebro; si adoptamos el monista, entenderemos la mente como producto de procesos neuronales).

Los espectros aparecen (en la psiquis). Son trágicos entes atormentados por las huellas de una vida que se perpetuó en algún tiempo del pasado. Y reaparecen, en la estricta medida de las evocaciones de quienes los sobreviven.

    Sin embargo, el vino que hará torrente en el olvido, poco a poco les irá dando su segundo deceso. El polvo, cuando por fin se borrará un rostro, cuando al fin una arruga se disipará, cuando una melodía fantasmal se extraviará en las telarañas de la memoria, borrándose, el polvo adquirirá su real dimensión absoluta.

    Pero muchos muertos no se dejarán chantajear por el polvo.

    No nos resultará extraña la visión del espiritismo y el esoterismo: el médium invoca al espíritu, y éste se inmiscuye en su carne.

Esto es sólo una expresión poética, que entraña un hecho incuestionable.

Muchos muertos siguen vivos.

Mi conclusión, casi inevitable, sería la siguiente: nosotros, a diferencia de muchos muertos, sí somos mortales.    

martes, 23 de agosto de 2011

SABOTEADOR DE SUEÑOS



No sé cómo viste, si de pilcha paqueta,
con sombreros o gorras,


insignes trajes u uniformes


con botas y toda la cosa


(bah, eso no importa)




sólo sé que una tarde te cruza


y te bate la justa, te deja el marote


más tranqui, te juna en tus desvaríos


y lleva, para convencerte, unas clavelinas


con ojos tristes




En su bolsillo lleva un cronograma


de la lluvia y la sequía


(sabe estadística de sueños),


un paquete con una caja


donde Pandora está encerrada


(así llama a su empresa de seguros),


un cuadernito con una mapa


(su título: de la verdad y de la mentira).




Te dice:


acá, hermano, están los buenos


acá, hermano, los hijos de puta.


¿Dónde vas a estar vos?




Lo encontrás por las calles, si pateás unas cuadras;


lo encontrás en la tele, si hacés zapping;


su lengua es diáfana y plateada


como la lengua de Adán torpe


donde la manzana era la manzana


y la serpiente sugirió - ¡gracias Barba! -: pecado.




No le grites: ¡Edénico energúmeno en patéticos espectáculos,


prístino patricio de la caca cacofónico mediática!


(Está dentro de ti, amado amigo.


Dentro está de ti, amigo amado.)




Te dice:


acá, culiao, están los buenos


acá, culiao, están los hijos de puta.




Te acerca para dorar tus soñadoras lágrimas


y te hace recordar que el mundo es pañuelo


y los soñadores deben sonarse los mocos ya.

sábado, 13 de agosto de 2011

APUNTES SOBRE LA CREACIÓN ARTÍSTICA





¿Qué le ocurre al cuerpo del artista cuando crea?


Lo entrega, en litúrgico gesto. En primera instancia, objeto y sujeto se identifican, simbólicamente, y el cuerpo recibe las huellas de la transacción que la imaginación realiza. La imaginación, análoga a la tarea de un demiurgo, no extrae sus resortes poéticos de la nada, sino que, sobre un material en perpetuo caos de sensorialidad e ideas - evocado en el psiquismo del artista - aplica diversos criterios estéticos para producir sensibilidad creadora, que se plasma en una dimensión fulgurante: la obra de arte.


Obra que, similar al proceso de un sueño, es cuidada en su representación mediante mecanismos que la embellecen, la organizan, la duplican al infinito, le imprimen leyes propias. Por ello la obra existe a manera de cosmos, como un todo cerrado, una opacidad con corazón propio, independiente de su creador.


El artista, pues, resulta un puente tendido entre la realidad (o irrealidad) de su tiempo, las huellas del lenguaje estampadas en su sensibilidad y el proceso universal de la cultura.


Su cuerpo podría resultar una metáfora de la humanización del hombre primigenio y de la propia naturaleza. El ejemplo del demiurgo es válido también para el bípedo naciente que construye, en un vínculo único con el suelo de la tierra, los objetos que lo cobijarán en la intemperie y cuya nueva dimensión de lo real irá trastocando su biología y su genética (su vida como especie).


El artista, en el devenir de la creación de su obra, sufre una metamorfosis similar.


Tal como el científico y el radio de su estudio se transforman en el transcurso del conocimiento, el artista crea conocimiento y se crea en su existencia peculiar. Así, en la decadencia de su cuerpo orgánico, da cuenta de las huellas de la perpetua lucha entre el acto de conocer y transformar la realidad dada en universo humano. Hablamos del aspecto antropológico de dicho trabajo.


Trabajo que nos demuestra la dinámica poética de lo subjetivo, lo intersubjetivo y la gestación de humanidad, en un acto de negación de los estados positivos y abstractos de lo que se nos presenta en la inmediatez (Aquí y Ahora). O, si se prefiere, encarnación sublimada de la lucha de deseos (tal como fue descripta por Hegel) y la hominización del primate (Evolución).

miércoles, 20 de julio de 2011

CV

Apuro un sorbo de amor amargo
y salgo a las calles
y busco una moneda
para el colectivo
y la cara del banquero
y la mueca del policía
como queriendo escupirme
no hay monedas dicen
y cuentan la larga historia
de las mafia de las monedas
de las ganancias
de la sangre derramada
por las monedas

compro un alfajor
y con el cambio subo
y el colectivero
como queriendo escupirme
me pregunta por el calor
me cuenta de su yerno
de las viejas que se cuelgan
del timbre y las quejas
de los amantes que tienen sexo
en los asientos de atrás
de los robos de un florista
a una chica con calzas ayer

apuro un sorbo de recuerdos
apoyado contra la ventana
y aparecen
mi noche sin dormir
mi día en la penumbra
de una habitación
entre los brazos de una mujer
que no recuerdo
mi infancia entre matas ardientes
y adultos delirantes
mis sueños de vivir desnudo
el sabor del mate y los balazos
de una atardecer en el río

llego a la cita con nada de retraso
y un pobre diablo espera con café
y sonrisa sarcástica
como queriendo escupirme
me comenta de lo difícil de tomar gente
sin estudios sin experiencia sin ganas
sin deseos de progresar sin avidez de responsabilidades
sin pulcritud en la vestimenta

apuro una pitada de porro
en una plaza cualquiera
y me vuelvo a mi casa
con las manos vacías
y la jeta escupida.

lunes, 27 de junio de 2011

POEMA PARA KANT



El filósofo camina en la tarde


gris de Koenigsberg. En las calles


hay un borde de neblina, en los cielos


un reloj -vacío, la luna en fuga-.


El filósofo anciano observa y piensa:


“Si fueran otros los ojos que miran,


si distinto fuese el entendimiento


humano, las calles sin extensiones


se perderían. El reloj de arena


se ablandaría -vil- sin tiempo. ¡Oh, sol


de Copérnico, pálido, que encandila!


No es el sujeto espejo del objeto;


es el objeto, espejo del sujeto.”


El hombre gris se detiene, asombrado.


No da crédito a su pensamiento


por temor a verse -“alma mía en agua”-


en el agua de los ríos (en ríos


donde Heráclito vio nuestra fuga).


Su alma, como la ceniza, se pierde


en vastas vanas especulaciones


de la razón pura triste e impotente.


Y Dios y la libertad, insondables,


se van para volver en el crepúsculo


de la ley moral sublime y bella.


El filósofo camina en la noche


trascendental del saber. Imanuel Kant


ya se ha ido. Un poeta, lejos, lo nombra.



viernes, 3 de junio de 2011

DE LA GENIALIDAD



Si partimos de la base que la vida humana es un misterio, un gran delirio insondable en la negrura del cosmos, escasas buenas noticias nos pueden esperar como especie. En verdad, el ejercicio obstinado de la lucidez (el juego entre la luz y Lucifer) nos acostumbra a recordar, con bastante frecuencia, el Halo de la única divinidad real en nuestra civilización: el Caos. Don Caos, en su panteón, nos gobierna. Y dispone de nuestro destino con la gracia de un demonio maligno. Maligno y estúpido. Un demonio que se muerde su propia cola, molesta a las nubes con sus torpes cuernos y nos arroja al lodo existencial, sin ton ni son. Arreglátelas, viejo.
Pero dije "escasas buenas noticias". Porque hay buenas noticias, don Caos. Y una es esta: existe el genio. Existen los genios. O mejor: existe la genialidad, también hija de la luz y de Lucifer. La genialidad, que de repente estalla ante nuestros ojos.
Vayamos de lo banal de
un pibe de veintitrés años, por ejemplo, con una pelota entre los pies, deja a cinco defensores por el piso, desparramados, sale el arquero, presuroso, le hace un achique y el pibe, nadie sabe cuándo, en qué momento, realizó un juego de piernas y deja atrás también la resistencia del arquero y empuja la pelota hacia la red; todo con una velocidad de segundos, un vértigo milimétrico de instantes…
a lo profundo de
un pintor que logra, un día, después de años de trabajo, dar forma a un cuadro, en apariencia feo, sin perspectiva, con personajes caricaturizados, presentados de perfil y de frente a la vez, con escasa atención a la luz y al color, como si eso fuera secundario, como si meterse en eso distrajera a este pintor de la construcción de una racionalidad pictórica demasiado rigurosa, como si ese rigor fuera tan riguroso que quisiera recuperar en el espectador precisamente una mirada prerracional, primitiva, salvaje; ese pintor logra, al fin, revolucionar la historia del arte.
Nosotros, los mediocres, debemos rendirnos ante la evidencia: existe la genialidad. Quizá, sí, tengamos que descartar esoterismos de cuarta, determinismos y fatalidades genéticas al respecto y decir: el genio es una potencia explosiva, potencia de energía en constante actividad, que rebalsa con su fulgor nuestras afecciones y percepciones ordinarias (Deleuze-Guattari). La forma más poética o estúpida sería hablar de los dones. Fulanito, por ejemplo, tiene don para el canto. Pero - ya sea la teología cristiana con su fábula del pan y el sudor en la frente o el evolucionismo con su parábola del homínido bípedo- sabemos que nuestra especie no tiene ningún don. Todo ha sido conquistado. Y me gusta pensar que el genio y la genialidad también pueden ser conquistados. Me gusta pensar (o fantasear) que, si compongo setenta fugas, un día seré Bach; si me sumerjo en la historia del pensamiento como un poseso, un día seré Nietzsche; si me paso día y noche con una pelotita, un día seré Messi.
Tal vez sólo sea un consuelo para mi carácter fatalmente mediocre. Pero prefiero pensar así, a no intentar jamás alcanzar ninguna cumbre, a renunciar a saber si tengo alas o más bien antenas. Si existe la genialidad, como el sol fuera de la caverna, ¿qué pierdo (qué perdemos) en buscarla? Tal vez en su camino me encuentre con hogares bien agradables y me quede en ellos: la excelencia, la virtud (en sentido heroico); o tal vez me tope con temibles monstruos en el camino: la locura, la desesperación, la nada.
Luz, Lucifer y Don Caos: no es casualidad. El genio los conoce muy bien. Y la genialidad se desliza entre los pliegues de esos nombres, refundando en órdenes resplandecientes la negrura negra del cosmos.



miércoles, 18 de mayo de 2011


Me acerqué a él. Hacía rato me encontraba con un güisqui entre manos, delectándome en la observación. La escasa luz daba a los cuerpos de la pista un volumen de siluetas o marionetas deslizándose sin fondo. Puro teatro de títeres. La bebida, con paciencia entre mi boca. Los hielos locos en mi lengua y en mis ojos, trémula, la imagen de él. Sobresalía del teatro de títeres. Sobresalía de entre las siluetas y las marionetas. Empecé a acercarme a él.


Me topé con dos mujeres. Ojos enormes, labios líquidos de sensualidad. Me dijeron al oído cosas sobre mi pelo, sorprendidas del largo hasta la cintura. En mi cintura se tocaban hebras, dijeron, de un torrente de vino. En sus ojos entre azules, verdes, negros y sus labios se apretaban las palabras. De sus dedos brotaba, transfigurado, el perfume de mi cuello. Quise decirles que no quería consuelo, que estaba bien saberme una mujer de cabellera negra, de expresión taciturna o tortuosa. Siempre deslizados en mis oídos el costado romántico de mis facciones, mi frente empolvada, el campaneo de mis pulseras. Sobre todo en ese lugar, al que no sé por qué llegué, esa especie de iglesia, de sótano, de pista de baile sin música.


Terminé por apartar a esas mujeres. Ellas, indiferentes, volvieron al teatro de títeres. Y se perdieron en la danza sin fondo.


Yo seguí acercándome a él.


Él: su figura se recortaba de la penumbra. Parecía estallar en contornos, apenas formándose en movimientos, en quiebres. Una luz cenital se acercó. Se acercó con sus haces a alumbrarlo. Lo descubrí rodeado de hombres y mujeres. Era una escultura para ser adorada. Al principio no pude comprender la caída de sus bucles, la expresión angelical de sus ojos. Había rubor en sus mejillas. Un perfecto resplandor en el sexo. Y abría y cerraba sus manos, sin dejar de mirar arriba, hacia el techo repleto de baterías, baterías que también abrían y cerraban luces. Varios hombres adolescentes danzaban, convidándolo con racimos de uva. Y él. Y él los despreciaba con celeridad, con violencia, con torpeza infantil. Puedo jurar que, de ser su voluntad, uno de ellos se hubiera ofrecido en sacrificio.


No sé cuándo la sed se apoderó de mí. Frágil, apuré el último sorbo del güisqui. Comencé a temblar. La soledad de ese ser, la soledad de esa estatua viviente esculpida con aliento sagrado. Esa soledad me abrumó. Sentí desmayarme. Algo sostuvo mis pies sobre la superficie. Gritaron mi nombre. El temblor creció. El vaso vacío calló y explotó. Las esquirlas se esfumaron. Volvieron a gritar mi nombre. Él detuvo sus movimientos y me señaló, mientras sus brazos se abrían y se formaban alfombras humanas ante mis pies.


Tuve que bañarme en sudor. Quitarme la ropa. Dejar ver mi cuerpo pálido, tembloroso. Tuve que sentir aquella soledad de mármol, la dureza de un templo mudo. Me quedaban pocos segundos para convertirme en un cuerpo de piedra, a la vez que en un cuerpo poroso, sensible a las huellas de los besos, los dedos, las uñas. Empecé a copiar sus movimientos, la forma gestual de su desprecio. Una ráfaga de niñez pobló mi rictus y la sordidez de mis piernas. Mi cadera, hundida en la danza.


Los gritos ensordecían y aletargaban. Sonaba mi nombre.


Y me encontré frente a él. Apagaron las pocas luces, para no reconocernos todavía. En instantes veré su alma ardua y sucia, si acaso los últimos velos no nos descubren idénticos, petrificados en nuestro mármol de adoración.


lunes, 9 de mayo de 2011

Incipt tragedia

¿Vas a estar a la altura?

No sea que el aire del desierto te haga camello,
no sea que el fuego del dragón te haga esclavo.

Palabras, palabras: no hay nada por decir,
sino decir, entre decir, entre cantar,
entre jugar y de golpe, paf,
te hiciste niño. Es eso y no más, eh.

No, no hay que volver,
no, no hay que extrañar
sino preguntar

¿estoy a la altura?

y jugar, listo. Nada fácil, che.

Y si no estás solo
y si no te estremecés
y si no sos potencia
el cíclope de fuego
que inunda qué remedia
con veneno de luz
y si no

te queda, no te asustes,
ser camellito leoncito padrecito normalito
come cocholate comedurazno
en plácido lecho
con lechita y café

no importa si te importan el paladar
si te cagan a palos
si te patean tu carga
te confiscan tus pepinos

te queda tu nada
que es más que este juego
jugoso y siniestro
de las palabras
de la debacle
deriva de niñito atroz

revolteante águila en anillos
alrededor de serpientes
y auroras.

sábado, 30 de abril de 2011

Presentación de libro





Presentación del Libro "Cabritos a Sacrificio"





Víctor Dupont presenta su libro de poesía el Sábado 7 de Mayo a las 19.00 hs.

La cita es en el Bar "La Forja", Bacacay 2414, Flores.



Expositores: Héctor Negro, Carlos March y Gabriela Stoppelman.


Lectura de poemas a cargo de Francisco Pesqueira.


La entrada es libre y gratuita.


"Víctor Dupont se mueve como un demiurgo apasionado que desentraña enigmas y suelta su imaginación manejando las letras de un abecedario que ordena y a veces desordena a su antojo. Y produce esta fábula-poema que lo instala en nuestro panorama literario como un brote luminoso que nos promete nuevas y audaces osadías.

En síntesis: una voz poética incontaminada de convencionalismo y escapismos facilistas. Una voz que sabe recorrer sin temores los territorios de la fantasía, la imaginación y las infinitas posibilidades de una poesía sin límites".


Héctor Negro


Invita Ediciones Puertas


viernes, 15 de abril de 2011

Para golosos, erotómanos y dormilones


La sociedad nos impone una particular relación con tres aspectos medulares de la vida: fornicar, dormir, comer.


El deseo sexual, polimorfo, inagotable por definición, concluye por identificarse en un objeto. Los parámetros de lo heterosexual, bisexual y homosexual acaban cuantificándolo de modo tal que no obstruya la marcha de la sociedad, el ritmo de la producción. La complejidad del sexo en nuestros días hace que los mensajes, sin embargo, no sean tan fácil de decodificar. Se nos dice: ¡a gozar!, a la vez que se nos impone moderación. Y hemos pasado de una hipocresía victoriana a un imperativo posmoderno de placer, hedonismo y explosión de las pulsiones narcisistas. El sexo ha perdido poder, desafío, riesgo. El sexo sufrió un efecto pornográfico. Y podrían intuirse por aquí los chantajes de un superyó que no cesa de regir los destinos de nuestros lechos, ya sea para prohibirlos o petrificarlos a través de mandatos.


Con el asunto del dormir entran a escena los médicos y psicólogos, enmascarando científicamente las exigencias del poder. Se recomienda: el cuerpo debe descansar ocho horas. Y si dormimos menos, si dormimos más, se finge abogar por nuestra salud y se nos invita a dormir más, a dormir menos. Es decir, a no salirse de los patrones establecidos por la producción. Para ello contamos con un surtido de psicofármacos, antidepresivos, recetas y grupos de sufrientes por insomnio o pereza.


Y, por último, la cuestión del comer. La cuestión del comer liviano, “sano”, ligth. ¿Se trata del viejo “Cuidado de sí”? ¿De un retorno a la sabiduría socrática? Imposible. El culto al cuerpo provocó una novísima forma de esclavitud. Delgadez y belleza se presentan como una sublimada instancia de nuestro cristianismo laico. De nuestro viejo odio al cuerpo. La exigencia publicitaria, sociológica y cultural, ha gestado una moral anoréxica en el terreno de la alimentación. Lo que bautiza una dietética a base de alimentos como soja, bebidas como yogures, etc. Se intenta aniquilar el sabor, dimensión que hace único el hecho de comer. Lechugas, barras de cereal (siniestro invento), milanesas de soja, edulcorantes (infames líquidos) y demás porquerías insulsas, soporíferas, ligeras, que ponen ante los ojos y el paladar una gastronomía vacía. Los efectos morales están a la vista: chicas y chicos insulsos, insustanciales, soporíferos; sin gusto, sin sabor ni picante. Y, los efectos orgánicos, peor aún: anorexias, bulimias, desmayos, debilitamiento, apatía.


A esto debemos sumarle unos numeritos interesantes: el día tiene veinticuatro horas. Ocho las usamos para dormir. Nos quedan dieciséis. En otras ocho tenemos que trabajar. Nos quedan ocho. Para desayunar, almorzar y cenar, supongamos, perdemos dos horas y media. Nos quedan cinco horas y media. Viaje al trabajo, ida y vuelta: supongamos dos horas. Nos quedan tres horas y media. Supongamos una hora perdida más para el aseo. Nos dos y media. El programa de Tinelli dura dos horas y media. Nos quedan cero horas.


Por suerte, según el filósofo Leibniz, vivimos en el mejor de los mundos posibles.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Parusía

Un médico se lo dijo con cierta indiferencia. Trató de aliviar su mensaje con un movimiento de manos, una suerte de caricia al aire. Aunque Patricia debía simular interés: el doctor le acababa de decir que estaba enferma. Y grave. Enferma y grave. Y que iba a morir. Eso.

Días después tuvo una recaída. Recostó su cuerpito de treinta y cuatro años sobre la cama. Sólo un espejo arrinconado registraba sus ojos a chispazos, sus pupilas, su cara verde por la luz impalpable. Horas atrás, cuando le extrajeron sangre, le hablaron de los cincuenta años simbólicos de sus venas (“uno tiene la edad de sus venas”). Algún restito de sarcasmo quedaba en sus labios, levemente apretados. En fin, de repente, nostálgicas o estridentes, ellas - las enfermeras - que la tenían en silencio, ávidas de suero. Silencio con el que Patricia recibió las condolencias de sus padres, tíos, hermanos, sobrinos y primos. Todo un corso de desconocidos, de fantasmas balbuceantes emergidos de la oscuridad de las fiestas, cumpleaños, celebraciones. Patricia los intuía felices. Felices por su pronto deceso, por la alegría de venerar su cadáver alrededor de velas, curas, macitas con té. Y ella también era feliz por descubrir el rastro de esos cortejos de hipocresía. Siempre callada, siempre deferente.

Ni bien se recuperó, volvió a su casa en Flores y decidió agudizar la ironía de su situación. Consiguió un arpa y la estudió y la tocó. Desarrolló una digitación rudimentaria, que le alcanzó para interpretar unas piezas. Se instaló en la calle Florida con una gorra. Empezó: una tarde, otra tarde, otra. En el atril, partituras ilegibles. En la peatonal, postales obvias, cielos, lunas, transeúntes múltiples.

Habría que decir algo de sus ojos azules, limpios. Y su piel escamada. Y las extrañas canas, nieves y tiempo del ser. Y habría que referir asuntos callejeros. En fin, Patricia se enteró de una verdad a voces: la calle no es moco de pavo. Cada espacio es una lucha. El territorio se gana con el cuerpo, con la prisa y la palabra. Y habría que hablar de la policía o de los dementes que una vez la escupieron. Y habría que decir: eso no es cosa menor, no es. Y también: Érase una vez. Eso.

Pero mejor es nombrar una de esas tardes.

Una tarde donde despuntaba el verano. En las plazas se asaban pollos humanos al calor del sol. Y Patricia sudaba la gorda entre arpegios. Entonces, se le acercó un hombre discreto. Pelo larguísimo, ojos de brillito pícaro. Le pidió por favor si no podían conversar un segundo.

Le comentó por lo bajo: soy el Diablo, señorita.

Patricia dijo bingo. Y pensó: ya aprendí a tocar el arpa. ¿Nos metemos a conversar debajo de un árbol? No creo que sea conveniente en esta peatonal.

Fueron hasta una plaza. Satanás miró, herido de nostalgia, las rejas, los carteles del gobierno de la ciudad con su amarillo insoportable. Parece que los humanos se sienten seguros en cárceles, dijo solemne.

Patricia volvió a decir bingo. Ahora el Diablo viene a iluminarme con sus grandes reflexiones.

Satanás la miró con ojos pícaros, ensombrecidos. Le indicó sentarse en un banco resguardado del sol. Mirá, Patricia, probablemente dentro de poco se largue una tormenta. Ya sabés: nubes, choques eléctricos, etcétera. Si el cosmos no cumple con sus rituales, se siente a la deriva.

¿Ese no serás vos?, le dijo Patricia y acomodó el arpa enfundada entre sus piernas. Sus mejillas, rozagantes, se encendían bajo la mirada de Lucifer.

Che, ¿Dios tiene forma humana?

Satanás palmeó a Patricia. No vengo a responder nada. Vengo a decirte, le dijo, un par de cosas antes de que las nubes choquen y la lluvia me rompa la paciencia. Escuchá bien: al universo no le importa nada, ¿entendiste? Las órbitas de los planetas y las estrellas no influyen en tu ánimo (y sí un mosquito que te pica en la noche). El alma no existe (y todo lo demás tampoco, vos me entendés). Nadie se conoce y no conoce ni de cerca a nadie. Hay una conspiración del Olvido (vamos, no existe otra verdad, a mí no me jodan). La muerte no es una mujer, no y no. Y sí, que estés viva es una casualidad (que mueras también, aunque parezca lo contrario). Pará, dejame decirte algo más: hay azar, azar por todos lados (y ésa sería la mejor noticia de todas). Ah, pareciera como si una neblina lo disolviera todo, ¿viste? Y no, mirá vos: sólo es una picazón de ojos.

Patricia se rió con ganas. El Diablo le caía muy bien. Cuando quiso decirle algo, ya había desaparecido. El humito se fundía como polvo de tierra entre rocas. La primera reacción de Patricia fue mirar al cielo. Lucifer se había equivocado: cielo a puro celeste. Las supuestas nubes de lluvia tejían su ausencia en las palabras del Enemigo. Y ninguna aureola mágica rodeaba la plaza. Hombres, mujeres y perros asándose al calor como pollos.

Patricia volvió a la peatonal y empezó a tocar. Y habría que decir: Patricia siguió tocando.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Canción

La luz baja...
la vereda de este día se agotó.
Hay resabios
de una página que no se escribirá.
Hay espejos
del crepúsculo en los autos y un balcón.
Hay soledad, hay confusión...

En la esquina
cuatro lúmpenes derraman su vino.
En un rincón
un hermoso loco grita: "a la revolución".
Y en la plaza
un imbécil pone vallas al amor.
Conformidad y rebelión.

Sopla un viento por el centro,
un aire ceniciento se cierne por acá...
Suelta la brisa su balada
de bares y escapadas,
puteros y amistad.

Nuevas luces
de una noche que no agota su canción.
Viejas flores
de un destino entre basura y redención.
Hay pobreza
en las cuevas de este cielo ya sin voz.
Hay realidad, hay ilusión...

Buenos Aires
por crearte del misterio una vez más
canto y grito
y apuñalo este desgarro en tu amor.
Inventarte
es el sueño que disipa mi dolor,
este dolor que huele a vos.

Sopla un viento por el centro,
un aire ceniciento se cierne por acá...
Suelta la brisa su balada
de bares y escapadas,
puteros y libertad.

sábado, 12 de febrero de 2011

ODA AL MERCADO LIBRE

Señores llegó la hora

la hora

de dejar a la mano invisible

de dejar al obrero invisible

de dejar a la pobreza visible

señores, la hora

la hora

de demandar a la oferta

y desahuciar la demanda

de aceitar los motores del mercado:

leche, trigo, merca y bebés

señores, es hora

y bendita

bendita curva de demanda

bendita plusvalía que no existes

bendito trabajo excedente

sobre trabajo necesario

bendito, oh, trabajo inclemente

sobre miseria necesaria

señores, paren la marcha: el hombre es libre

es egoísta es hedonista es un átomo

es un hijo de puta que pisotea

que pisotea que contribuye al interés general

que pisotea con pestes

que pisotea con propiedades privadas

(hambrunas)

que pisotea que pisotea al prójimo

(chau bosques, lagunas)

que pisotea al hijo al padre al Espíritu

que pisotea al santo

(¿y tú a quién pisoteas?)

señores, el grito sagrado: propiedad

potestad para operar sin restricciones

restricciones para quienes protestan sin potestad

inversiones

intereses

heces

beneficios ingresos – costos

y maldita regulación

y maldita política fiscal

maldito populismo

y bendita prensa libre

oh, oh, prensa libre bendita

bendita eres de hombres libres

de mercados libres

de tierras mochas

de árboles cojos

de fachos chotos

de grumo de smog de caca

pero caca libre

señores, no lo duden, la mierda es libre.

martes, 18 de enero de 2011

Socrateces

Sólo sé que no sé nada.
Sólo sé que lo sé todo.
Todo es sí. Todo es no.
Algunas veces el sí es no;
otras el no, sí.
Y sólo si se está solo
con uno mismo se sabe.

Cierta vez le preguntaron
a un filósofo por el secreto
del universo. Dijo:
"yo me busqué a mí mismo".

Sólo si se está solo se sabe.
Y no se puede no estar solo.
Y no se puede no saber
y, sin embargo, no se sabe.

martes, 4 de enero de 2011

Se hace la hora del silencio

y la guitarra, mustia, lo sabe.

Una montaña de puchos,

una maraña de sombras

por cada cesura de risa

(la mar lejana era mi nombre cuando

no sabía,

la mar lejana era mi voz

en agonía).

Un arpegio.

Se hace silencio.

Ojos boca y suspiros sobre el vidrio

(esmerilado).

Las caras se dibujan en torno,

la bruma agiganta al compás.

Guitarra que nos conoce nos conoce cuando solloza

cuando solloza milongas cuando solloza milongas cuando solloza milongas

de un sueño.

Sueño, triste

(el mar te secaba cuando ignorabas mi nombre,

la mar te ignoraba cuando secabas mi nombre).

Todos lo sabemos: no hay más rasgueos.

Al alba secarán desiertos

(montañas de sombras…).

Marañas de sombras se acostarán en nuestras casas,

en nuestras casas luminosas

(no habrá tempestades, claro…)

en nuestras casas el día recién comenzará,

(recién empezó…)

cuando duerma

(cuando duerme, lo sé),

mustia,

la guitarra.